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Revolución cultural

Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|¿Una revolución cultural a lo Gramsci en Uruguay?

Si estoy equivocado que me lo digan, pero yo percibo la siguiente realidad ...

Cuando el comunismo tomó el poder en la URSS y en la China de Mao, no se limitó a cambiar gobiernos; destruyó las bases culturales de sus pueblos. En Rusia, se prohibió la religión, se reescribió la historia, se impuso una estética única en el arte y se buscó moldear al “hombre nuevo socialista”. En China, la Revolución Cultural llevó al extremo esa lógica: se quemaron templos, se persiguió a intelectuales, se arrasó con tradiciones milenarias y se impuso un culto al líder que reemplazó cualquier identidad anterior.

Nada de eso fue casual, como enseñaba Gramsci, la verdadera batalla del comunismo no se libra en los parlamentos ni en los ejércitos, sino en la cultura; la hegemonía se conquista ocupando la educación, la historia, los símbolos patrios y hasta los rituales más sencillos de la vida cotidiana.

Y hoy, Uruguay no es ajeno a esa lógica, quien quiera ver, que vea...

Se falsea la historia reciente, presentando a los Tupamaros como luchadores contra la dictadura, cuando en realidad fueron derrotados en democracia.

Las Asambleas Técnico-Docentes promueven eliminar actos patrios obligatorios: desfilar ante la bandera, cantar “Mi Bandera”, prometer fidelidad.

Hay propuestas de modificar el Escudo Nacional, agregando símbolos ajenos a nuestra tradición.

Intendencias como la de Salto cambian escudos departamentales a gusto del gobernante de turno.

Se prohibe el facón gaucho, un emblema de nuestra identidad rural.

En facultades y liceos, las banderas de Artigas y de los Treinta y Tres se sustituyen por la bandera LGBT, colocada incluso junto a los pabellones patrios.

¿De verdad alguien cree que todo esto son hechos aislados?

No, son piezas de una estrategia gramsciana aplicada a la uruguaya, resignificar nuestros símbolos, vaciar de contenido nuestra historia y reemplazar la identidad nacional por otra impuesta desde sectores ideologizados.

Lo mismo que en la URSS y en China, destruir lo viejo para imponer lo nuevo; allá se quemaban templos, aquí se arrinconan nuestras banderas; allá se perseguía al disidente, aquí se censura al que defiende la tradición; allá se adoctrinaba a los niños con el culto al líder, aquí se los forma para sentir vergüenza de su propia historia.

La diferencia es que nosotros todavía estamos a tiempo de reaccionar, pero reaccionar significa decir basta; basta a la manipulación de la memoria; basta a la sustitución de símbolos; basta a la demolición cultural.

Porque lo que está en juego no son simples banderas ni viejas costumbres: lo que se está disputando es el alma de la nación uruguaya.

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