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No se trata de cultura

El Ciudadano | Montevideo
@|Vivimos en un país donde se repite como mantra que el mercado “no valora” ciertas profesiones o actividades, y por eso el Estado debe “compensarlas”. Suena muy bonito en el papel: subsidios a artistas, actores, creadores o supuestos profesionales que no consiguen suficientes clientes. Todo bajo la excusa de fomentar la cultura, reparar injusticias históricas o premiar años de estudio que, francamente, nadie en el mercado está obligado a pagar si no lo considera valioso.

La ley de oferta y demanda no es una injusticia: es un termómetro honesto de lo que la sociedad realmente necesita y valora. Si tu servicio o producto no tiene demanda suficiente o hay demasiada oferta igual a la tuya, el precio baja. Es la señal más clara de que debes innovar, mejorar o adaptarte.

Pero para algunos, la solución no es competir, crear algo mejor o atraer al público con talento o ingenio. No. La solución es mucho más fácil y mucho más injusta: meterle la mano en el bolsillo al contribuyente. Quitarle recursos al comerciante que se rompe el lomo, al productor rural que arriesga y trabaja desde antes del amanecer, al profesional que se paga sus propios cursos y mejora su servicio para que su cliente vuelva. Quitarles a ellos para mantener a quienes se sienten con derecho a que el Estado les garantice un ingreso, aunque nadie quiera pagar por lo que hacen.

No se trata de cultura: se trata de votos. De crear clientelas cautivas que saben que mientras repitan el relato y voten al patrón político de turno, seguirán cobrando. Se trata de pagar con plata ajena la buena vida de unos cuantos que eligieron no competir y prefieren parasitar al Estado.

En buen romance: el estatismo redistribuidor no fomenta la cultura, fomenta la vagancia subsidiada. No premia el talento, premia la obsecuencia. No eleva a la sociedad, la somete.

Si de verdad queremos una cultura viva y libre, soltemos las cadenas del subsidio y abramos el juego de la competencia. Que la gente elija qué quiere ver, leer o escuchar. Que quien crea algo valioso pueda prosperar. Que quien se niegue a mejorar no tenga garantizado nada. Porque al final del día, cada peso que se regala para sostener a un inútil es un peso robado a quien sí produce valor.

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