@|Hace muy pocos días, la Universidad de la República estrenó nuevo Rector, quien en segunda vuelta, obtuvo de la Asamblea General del Claustro, los votos necesarios para asumir por un período de cuatro años, la conducción de esta Institución Pública.
Lo que debió ser una fiesta de normal sucesión institucional, dentro de las normas de derecho que regulan este acto, se convirtió en una inaceptable muestra de intolerancia, impropia de “universitarios”, de quienes se espera una actitud y una conducta ajustada a esas normas de sana convivencia democrática, que lamentablemente fueron ignoradas por un buen número de asistentes cuyo candidato había sido derrotado. Fue así que, el nuevo Rector, se encontró prácticamente impedido de realizar su discurso en forma normal, escuchándose cánticos e insultos hacia su persona, que terminaron por empañar el evento. Esta conducta tuvo más que ver con la de integrantes de las “barras bravas”, que la que se espera sea propia de quienes accedieron a un nivel terciario en la educación, donde se supone, manejan con acierto valores y principios democráticos y republicanos.
Se faltó el respeto, no sólo al ámbito donde tenía lugar el evento, supuesto centro de elevada reflexión y profundos estudios, sino además a la propia institucionalidad y a los colegas que se enfrentaban, uno para buscar su reelección y el otro, para obtener su oportunidad de conducir nada menos que la máxima institución pública que dirige los destinos de la educación superior en nuestro país.
Pero no se consideró tampoco que esta demostración, totalmente fuera de lugar, se efectuaba en un espacio público cuyo funcionamiento pagan los contribuyentes, muchos de los cuales ni siquiera pasan por sus aulas. Ni ellos, ni sus hijos, pues por el estado en que se encuentra la enseñanza terciaria pública, muchos han optado por asumir el costo de sus carreras universitarias, en instituciones privadas de excelente nivel (en docentes y equipamiento) con el beneficio de un óptimo aprovechamiento del recurso tiempo. Ni más, ni menos. De modo que, la amarga experiencia de esta elección en segunda vuelta, no debiera pasar desapercibida.
La misma nos llama a una profunda reflexión y compromete al nuevo Rector y a su equipo, en la construcción de nuevos puentes que fortalezcan valores verdaderamente republicanos y democráticos, para encaminar a la Universidad de la República y a quienes la representan nada menos que en su Asamblea General del Claustro, por sendas de tolerancia, sano intercambio y excelencia, de las que nunca debió apartarse.
Tal vez sea tiempo de reconocer que tendrán que mantenerse alejados de los órganos de decisión a estos inadaptados, si es que verdaderamente se quieren corregir aspectos que vuelvan a mejorar su funcionamiento y a elevar el nivel de la Universidad de la República.
Tendrá que fortalecerse la Razón por sobre la fuerza del grito, que impide el necesario intercambio de perspectivas de donde puedan surgir soluciones.