El Ciudadano | Montevideo
@|La trampa perfecta, el islamismo cabalga sobre la ideología woke.
Occidente ha olvidado quién es y qué defiende, mientras se consume en debates absurdos sobre pronombres, privilegios imaginarios y microagresiones inventadas, el verdadero enemigo avanza bajo la máscara de la tolerancia.
La ideología woke, esa fábrica de culpas y resentimientos, no es más que el caballo de Troya del islamismo político y lo más repugnante es que no viaja sola, la izquierda y el progresismo la adoptan como bandera, convencidos de que pueden usarla para llegar al poder. Son socios temporales en un pacto suicida, porque en su ceguera ideológica creen que manipulan al islamismo, cuando en realidad están cavando la tumba de Occidente.
El progresismo que nos grita que la tradición es opresora, que la familia es una construcción arcaica y que la libertad de expresión debe limitarse para no “ofender”, es el mismo que abre las puertas al totalitarismo más brutal. La izquierda, que en nombre de la igualdad nunca dudó en coquetear con dictadores, hoy se arrodilla ante quienes desprecian la democracia y la libertad.
No nos engañemos, detrás del discurso dulzón de “inclusión” y “diversidad” se esconde la estrategia más vieja del mundo: dividir a Occidente, debilitar su identidad, borrar sus raíces, destruir la confianza en sí mismo.
¿Y quién recoge los frutos de este suicidio colectivo?
El islamismo político, que no tiene el más mínimo pudor en usar a los idiotas útiles de la corrección política, financiados y celebrados por la izquierda, para expandir su agenda.
El woke denuncia como “intolerante” al ciudadano común que quiere defender su cultura, pero aplaude sin chistar la imposición de burkas, la censura religiosa y la sharía. La izquierda, con su vieja táctica de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, se abraza al islamismo radical como aliado de ocasión; lo que no comprende, o no quiere comprender, es que cuando ya no sea útil será el primero en ser devorado.
La verdad es brutal, la ideología woke, la izquierda y el progresismo no son más que títeres en manos de un proyecto mucho más oscuro. No son constructores de un futuro mejor, son cómplices de un plan de conquista que jamás habrían soñado enfrentar con tanta docilidad.
Hoy, el enemigo no llega con ejércitos ni cañones, llega con ONG bien financiadas, con cátedras universitarias y con la complicidad de políticos débiles que, en nombre de la inclusión, entregan a sus pueblos al sometimiento.
O despertamos ahora, o mañana seremos extranjeros en nuestras propias naciones.