Enrique Rotemberg | Montevideo
@|El Edicto de Granada refiere a dos decretos promulgados el 31 de marzo de 1492 en la Alhambra por los reyes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, que ordenaban la expulsión de los judíos de las coronas de Castilla y Aragón. La fecha final que se estableció fue el 31 de julio de 1492, aunque, por motivos logísticos, se amplió el plazo hasta el 2 de agosto. Su texto entre otras frases menciona: “Nosotros ordenamos además en este edicto que los Judíos y Judías cualquiera edad que residan en nuestros dominios o territorios que partan con sus hijos e hijas, sirvientes y familiares pequeños o grandes de todas las edades al fin de Julio de este año y que no se atrevan a regresar a nuestras tierras y que no tomen un paso adelante a traspasar de la manera que si algún Judío que no acepte este edicto si acaso es encontrado en estos dominios o regresa será culpado a muerte y confiscación de sus bienes”.
Quienes visitamos España y recorremos el barrio judío de diferentes ciudades reconocemos símbolos que reflejan la vida judía en esas tierras siglos atrás, por ejemplo en las iglesias o plazas públicas, que antes fueron sinagogas, o comercios que se conocen como juderías por vender artículos propios de la religión. En estas fechas se cumplen 533 años de la ejecución del edicto que significó un retroceso para la región y la expansión de un pueblo milenario que ya había sido expulsado de otros países europeos o tratado en forma discriminada por gobernantes de turno.
El destino de esos judíos sefaradíes víctimas de la inquisición fue: la conversión al catolicismo; mantenerse en el país ocultando su religión con riesgo de ser arrestados con sus familias y ejecutados; o el exilio a otras tierras, aunque quienes fueron a Portugal tuvieron el mismo destino que en los Reinos de España cinco años después. Hubo mejores oportunidades para los judíos que emigraron al Imperio Otomano, que abarcó extensas regiones donde hoy se encuentran países como Bulgaria, Egipto, Grecia, Hungría, Jordania, Líbano, Israel, los territorios palestinos, Macedonia, Rumania, Siria, partes de Arabia, Turquía y la costa norte de África.
Las relaciones entre islamitas y hebreos no siempre fueron conflictivas, por el contrario hubo períodos de colaboración y convivencia, considerando al patriarca Abraham el antepasado común de ambos pueblos. Israel apunta a volver a esa situación, lo que significa el final del terrorismo regional e internacional. A muchos habitantes del mundo les gustaría conocer los lugares santos del Medio Oriente sin temor de ser víctimas de atentados o aun peor ser secuestrados, vejados o asesinados por seres salvajes.
Esperemos que la paz duradera ocurra pronto y queden atrás las enemistades.