Esteban Szabados | San Pablo
@|Recientemente participé en un taller sobre el trastorno del espectro autista (TEA).
La directora de la escuela donde trabajo nos pidió a los profesores que asistiéramos a este evento porque necesitábamos herramientas para detectar algún posible caso en nuestro instituto. Y en cuanto descubriésemos algún rasgo compatible con el TEA, deberíamos informar a la dirección, la que con mucha prudencia hablaría con sus familiares responsables.
La psicóloga que efectuó el taller citó a uno de los grandes referentes en Brasil sobre el TEA: el Doctor Lucelmo Lacerda (Minas G., 1982). Su situación es muy curiosa porque este gran especialista descubrió ser autista después de que su hijo fuera diagnosticado.
En Brasil hay casi un millón de niños autistas en las escuelas. Según estudios, en el 97 % de los casos su causa es genética y en solo un 3 % es ambiental.
Básicamente se trata de un desorden neurofisiológico en el lóbulo frontal que afecta el sistema nervioso central. Impacta en el desarrollo cerebral y hace que el funcionamiento del cerebro sea diferente. Ahora bien, esto no significa que provoque un perjuicio cognitivo total, ni mucho menos.
Un ejemplo de ello es el propio Doctor Lucelmo Lacerda, quien llegó al máximo grado académico en educación (PUC-SP) y en psicología (UF-SC). Algunas características que destaca Lacerda en general en los autistas son: comportamiento disruptivo o inadecuado, déficit en la reciprocidad emocional, déficit comunicativo verbal y no verbal. Además, pueden presentar déficit para desarrollar, mantener y comprender una relación, falta de contacto visual, atención a detalles, barreras atencionales, no estar concentrados en el presente, sentirse incomprendidos.
Su prevalencia es del 3 %, es decir, de cada cien personas tres pueden presentar el TEA. Si una persona con el TEA no es diagnosticada y tratada a través de terapias como la ABA (sigla en inglés que significa “análisis del comportamiento aplicado al autismo”), puede perjudicar su desarrollo social, económico, emocional, intelectual; en fin, personal. Son los profesionales de la salud mental que con el apoyo del DSM (sigla en inglés del “manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales”) pueden evaluar y determinar una enfermedad.
Ya me han dicho “autista” como insulto, lo que es horrible porque demuestra la poca sensibilidad de algunas personas con respecto a este tema tan delicado. Claro que ese “insulto” me entró por un oído y me salió por otro, por eso es necesario buscar la luz ante los flagelos de la vida y saber más para ayudar más.