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Llega fin de año, el tiempo lindo y al mismo tiempo, las organizaciones sociales comienzan con sus eventos, maratones y campañas para recaudar fondos. Para muchos es un “¡otra más!”.
Para otros es el momento del año donde aparecen los nervios sobre si se podrá construir una esperanza para el problema social al que se enfrenta su familia. Cada año son más las obras de bien público y a pesar del actual contexto económico de mayor incertidumbre, somos testigos de cómo están llegando a sus metas de recaudación.
“Es imposible ayudar a todos”. “Cada vez son más”. “¿Ese trabajo no lo tendría que hacer el Estado?”. “Por qué, si yo pago mis impuestos, tengo que contribuir a este tipo de organizaciones para problemas de otros?”. Es válido, muchos esperan del sistema una respuesta a estos problemas y una solución para ello. Existe en parte de la sociedad un convencimiento, por momentos inconsciente, de que el destino de esos problemas sociales depende y es responsabilidad de alguien más -el Estado o de las personas y familias que viven el problema social, oenegés y fundaciones- que son los que toman las decisiones y determinan el resultado de los acontecimientos. “Alguien más”. “No es mi tema”.
Sin duda el Estado tiene mucho por hacer en estas realidades sociales. Pero el Estado no es ni más ni menos que la suma de personas y recursos al servicio de sus ciudadanos. Atiende a la realidad social en respuesta a las demandas de la sociedad civil y al servicio de ella. “Si yo no logro que la masa crítica de Uruguay entienda, empatice y comprenda (…) de nada me sirve tocar la puerta del gobierno”, decía Alfonsina Almandoz, creadora de Cande Down Side Up que trabaja para la mayor inclusión de las personas con síndrome de Down. “¿Que es el Estado? Yo, ustedes, nosotros. Todos somos el Estado”.
Hay muchos uruguayos, y cada vez son más, que lo ven de esta forma y están convencidos de que sería querer “tapar el sol con un harnero” no ver que las realidades sociales se cambian con el trabajo de todos. Y no necesariamente siendo fundadores de una nueva oenegé o dejando su vida para salvar el mundo. Son personas con sus vidas, sus familias y sus trabajos, que se dan cuenta de que con una llamada al 0900, una contribución económica u ofreciendo su trabajo voluntario, se vuelven protagonistas del cambio. Uruguayos que entienden que su zona de confort dejó de ser cómoda, al entender lo que viven los demás y quieren ser parte de ese cambio. A través de su contribución, de su respaldo, de comprometerse con un proyecto colectivo que los inspira y los motiva, construyen un país mejor para todos. Una nación que se da cuenta que puede hacer la diferencia con su ayuda grande o pequeña, en la construcción como respuesta a sus preguntas. Una comunidad que se resiste a no ser dueña de su destino y quiere construir otra realidad social.
Cada vez hay mayor cantidad de organizaciones sociales y cada vez son más los uruguayos que quieren seguir siendo parte de este cambio. Un Uruguay solidario, con empatía hacia los demás, que sabe que en la sumatoria de pequeñas decisiones en la vida, se termina conformando la mentalidad de una sociedad. Y que eso es lo que nos permite con orgullo decir que somos un país generoso.