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Una isla en el sol

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La prensa dio a conocer la opinión de una arquitecta de la Anep que sostiene que la mejor solución es hacer la rampa del IAVA en una entrada que pasa por medio de un Museo de Historia Natural. Muy práctico. Prefiere ese lugar y no en lo que antiguamente fue su entrada tradicional, hoy usada como local de una gremial estudiantil que, según lo difundido, tiene 30 afiliados.

Lo del IAVA ya pasó a la categoría de surrealista. No da para más. No tiene sentido darle una línea más de atención.

La reforma jubilatoria salió; lamentablemente un poco lavada, pero salió. Los que quisieron hacerle “mejoras”, la hicieron peor. Aún así, es mejor que nada.

Un paro de 24 horas fue la manera de protestar contra la ley. Si es por el acatamiento que tuvo, la protesta no fue muy grande. En muchos rubros, la actividad fue normal. Para que el transporte la cumpla, el sindicato de las empresas cooperativas de buses debió recordar a sus integrantes que si ese día trabajaban serían desafiliados. Lo llamativo es que tal advertencia no se hizo en anteriores paros. Muestra que temían un desacato a la medida. Lo de la expulsión de sus afiliados habla de su rígida intolerancia.

En algo asiste razón al sindicato: dice que no tiene sentido estar afiliado, sino se acata un paro. Y así es: ante un sindicato tan rígido, ¿para qué quiere seguir sindicalizado alguien que sabe que no será respetado?

La reforma podrá ser antipática pero a esta altura la gente entiende que no hay alternativa. Negarse a ella es hipotecar el futuro de las siguientes generaciones. Por eso, su aprobación es aceptada. Quizás de mala gana, pero con realismo. Ni siquiera el Frente Amplio tuvo una opción para contraofertar. Es que no la hay. Lo que proponía Astori cuando todavía era ministro, era muy parecido a esto.

Algunas empresas (unas cuantas) quizás hayan sentido el deseo de hacer paro también. Es que se habla de la oposición frentista y sindical a la reforma pero nada se dice de las empresas que imponen una jubilación obligatoria a su personal, a los 60, 65 o 70 años, según el caso. Mucha gente debió jubilarse forzadamente antes de lo que hubiera deseado o, peor aún, de lo que le hubiera convenido.

En otros países, políticas empresariales como esas llevan a juicios por discriminación por edad, que de eso se trata, y por cierto se ganan.

En definitiva, la ley ya está. Ahora hay que mirar para adelante.

Uruguay logró una calificación histórica en su grado inversor, impulsado por la reforma jubilatoria. Eso es una buena noticia.

El tratado de libre comercio con China no saldrá. El anuncio ocurrió a poco de la visita de Lula a Beijing. China sostiene que lo quiere, sí, pero prefiere esperar a hacerlo con todo el Mercosur. Un Mercosur convertido, gracias a algunos socios, en un bastión proteccionista. Brasil podría estar interesado, Paraguay no quiere afectar su relación con Taiwán y a Argentina, por ahora nada le sirve.

China se convirtió en un buen cliente de productos uruguayos, de ahí el interés uruguayo de ir a un TLC.

También es verdad que en el contexto internacional de guerra en Europa y dadas las características autoritarias del régimen de Xi Jinping y de sus pretensiones de expansión geopolítica, los acuerdos con China deben hacerse con sumo cuidado.

Si hay alguien en el norte que suspira aliviado por esta postergación, que tome nota. Si quiere aliados y socios, debe cuidarlos.

En lo regional llamó la atención que una cumbre convocada por el presidente colombiano Gustavo Petro para alentar el dialogo entre gobierno y oposición en Venezuela, excluyó a Uruguay (y a Ecuador ).

En realidad no llamó la atención. No podía esperarse otra cosa de Petro en una cumbre que pretende, bajo el manto de una prédica pacifista, seguir apoyando al régimen chavista. Se parece a Lula diciendo que quiere la paz en Ucrania sin reconocer que Rusia es el agresor.

En ese contexto, sensatamente Petro concluyó que invitar a Uruguay sería un lío. Una vez iniciadas las sesiones, quedaría en evidencia el fin último de su convocatoria. La presencia del presidente uruguayo sólo distorsionaría ese objetivo. ¿Quién quiere un participante que hable con franqueza y arme un revuelo no deseado?

Lacalle Pou ya demostró en otras cumbres cual es su manera de afrontar estos temas. En forma correcta, sin levantar la voz, con conceptos claros, dice lo que piensa sobre los regímenes dictatoriales del continente. Pero queda en evidencia que sus buenos modales, y vaya que los tiene, no disimulan la contundencia de su posición.

Sabiendo esto, ¿para que invitarlo?. De acuerdo a sus intereses, hizo bien Petro. Hay gente que no le gusta que le digan la verdad. El problema es que eso no arregla la dramática situación que viven los venezolanos bajo el interminable régimen dictatorial que lidera Nicolás Maduro.

“Esta es mi isla en el sol” cantaba Harry Belafonte, fallecido hace unos días. Se refería a un paraíso en el Caribe, sin duda, pero ciertamente no era Venezuela.

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Tomás Linn

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