Transformar la educación

A comienzos de los 90, Germán Rama, desde la Oficina de la CEPAL, comenzó a publicar un conjunto de estudios que cuestionaban con indicadores muy rotundos, nuestra histórica autopercepción sobre la calidad y excepcionalidad de nuestra educación que había sido parte central de nuestro antiguo relato complaciente sobre una sociedad integrada y exitosa.

Nuestro país enfrentó en aquel momento un fuerte impacto al descubrir que nuestra educación estaba muy mal. Sus contenidos eran anacrónicos, sus resultados lejos de expresar un camino de equidad reproducían y amplificaban las diferencias socioeconómicas de los estudiantes.

Justamente, parecía que esta situación se podía revertir cuando, pocos años después, en 1995, el propio Germán Rama asumió la conducción de una reforma educativa que impulsó con convicción un conjunto de cambios y novedades que sacudieron el funcionamiento del sistema educativo.

Es así que se crearon las escuelas de tiempo completo, se llevó adelante la reforma curricular del Ciclo Básico, se crearon los CERP en el Interior del país, se buscó la universalización de la educación inicial, entre otros cambios muy relevantes. Sin embargo, esa reforma fue muy cuestionada particularmente desde los gremios de la enseñanza, generándose una fuerte resistencia por parte de las corporaciones docentes y de la oposición del Frente Amplio de aquella época.

Lo cierto es que el camino iniciado en 1995 dejó una huella relevante pero no logró la suficiente continuidad para consolidar la tan necesaria transformación profunda. Por lo tanto, durante los quince años de gobiernos del Frente Amplio la reforma educativa continuó siendo una asignatura pendiente, con la parálisis negativa de numerosos indicadores que tanto las Pruebas PISA como las Pruebas ARISTAS y otras mediciones mostraron de manera incontrastable y en términos comparados con la evolución de otros países del mundo e incluso de la región.

Nuestro sistema educativo, particularmente a nivel de la Enseñanza Media, siguió mostrando enormes falencias, tanto en la falta de actualización de los contenidos educativos como en los magros resultados de aprendizajes, fuertemente regresivos cuando se los analiza por nivel socioeconómico de los estudiantes, así como también en tasas de deserción escandalosamente altas que nos ubican entre los peores países de América Latina.

Por otra parte, la conducción de la enseñanza siguió dirigida por un talante conservador debido a su fuerte componente de representación de los intereses corporativos de los gremios de la enseñanza.

Los cinco años recientes durante el gobierno anterior, retomaron la línea de la transformación impulsando nuevamente cambios importantes, tales como la modificación de los aprendizajes hacia un modelo basado en competencias, la simplificación de la conducción educativa eliminando el componente corporativo y burocratizado en los Consejos Desconcentrados y algunos cambios más que, sin embargo, eran el inicio de un camino ineludible.

Sin embargo, hoy estamos presenciando nuevamente el freno y la ausencia de propuestas de cambio educativo.

La demora en estas transformaciones se traduce en que cada día que pasa hay decenas de niños, adolescentes y jóvenes que se frustran y abandonan un sistema educativo que no ofrece, como debería ser, un camino virtuoso de ascenso social rumbo a una inserción exitosa en el mundo adulto. Mientras tanto, los gremios de la enseñanza siguen reclamando más recursos y, al mismo tiempo, rechazan cualquier cambio y “demonizan” lo que ellos llaman una educación orientada al mercantilismo, como si no fuera una función sustancial de cualquier sistema educativo preparar a las nuevas generaciones para el mundo del trabajo.

Justamente, esta es otra de las graves carencias de nuestro sistema educativo desde hace muchos años, la enorme distancia entre la orientación del sistema educativo formal en enseñanza media y el mundo del trabajo. Sin duda que una de las causas de los altos niveles de deserción educativa es la percepción de que los contenidos que se aprenden en las aulas están muy lejos de lo que se requiere en el mercado de trabajo.

A su vez, comienza a ocurrir un fenómeno de aún mayor gravedad que consiste en el incremento de la asistencia intermitente en la enseñanza primaria, esto quiere decir que aumenta sustancialmente el número de estudiantes que no poseen niveles de asistencia suficiente, muy probablemente debido a que en sus familias el valor de ir a la escuela todos los días ha dejado de ser una obligación firme en la concepción familiar como camino de ascenso social.

El panorama es muy preocupante y exaspera que, transcurridos treinta años de aquel impactante diagnóstico, apenas hayamos tenido diez años de esfuerzo transformador, en un mundo que se mueve a una velocidad que contrasta con nuestra parsimonia.

Pero, nuestra preocupación es aún mayor porque, tal como están las cosas, nada se puede esperar en los próximos cuatro años de este período de gobierno, en la medida que las propias autoridades evitan la promoción de líneas de transformación.

Seguiremos insistiendo en la urgencia de una reforma en la que se juega la vida futura de nuestra sociedad y, particularmente, de las nuevas generaciones.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar