Soberbia e ignorancia

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RICARDO REILLY SALAVERRI
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Sócrates, griego antiguo y sabio decía: “Solo sé que no sé nada”. Significa que en cualquier tema siempre hay algo que aprender. Degas -el pintor francés- expresaba “cuanto más pinto más me doy cuenta que tengo que aprender a pintar”.

En el campo del Derecho nuestra formación -abreviando- notables profesores, dieron espontánea respuesta a nuestros requerimientos de opinión recomendando: “no deje de estudiar el tema a fondo”. Quienes piensan, investigan y construyen de forma relevante -en cualquier actividad- lo hacen inteligente, generosa y responsablemente.

La velocidad del cambio tecnológico toca todo. Empezando por lo doméstico. La pandemia lo ha acelerado. Acentuó el encierro, el cambio en las maneras de comunicación. El WhatsApp ha sustituido a la conversación telefónica. Hablar da pereza. No nos reunimos físicamente salvo excepciones. El “delivery” ha sustituido la visita a los viejos boliches. Los trámites públicos y privados se efectúan con celular desde cualquier lugar, sea para gestionar préstamos, pagar impuestos, realizar compras o lo que se nos ocurra. El “e-commerce” la compra de bienes y servicios dentro o fuera del país por internet es realidad. Avanza el “co-working”, muchos profesionales y personas que trabajan en las más diversas actividades que antes precisaban un escritorio fijo y tenían instalaciones y personal hoy pueden atender su trabajo desde la casa y recurrir a esta solución para realizar encuentros con otras personas. La reserva de pasajes y de hoteles, sea el destino que sea del orbe, se hacen por medios electrónicos. En lo mencionado van citadas circunstancias de lo cotidiano. A quienes tenemos el sol en la espalda nos desubica. Y, solo en lo mencionado -cosa chica- se advierte como las profecías sobre la transformación de la ciencia, la tecnología, las costumbres, y particularmente sobre la economía y la pérdida de puestos de trabajo es monumental.

Venimos superando a la pandemia y su secuela de daños. Hoy se suma la guerra de Ucrania a la que los gobiernos de mayor gravitación planetaria no saben como encarar y que llena de incertidumbre la realidad cotidiana. Suben el petróleo, los fertilizantes, el gas, se complican los vuelos y los fletes marítimos, los precios de lo cotidiano, y no queda fuera realidad alguna. En la república lo que hay que hacer es poner el hombro y ayudar. Viene a cuento por la reciente celebración del 1º de mayo del Pit-Cnt. Con su repetición de la vieja monserga buscando dividir al país y regocijarse con sus calamidades, esperando lucrar políticamente con la desgracia de los más castigados por los acontecimientos. Verlos repartir panes y peces guiados por la soberbia de la ignorancia, haciendo planteos económicos y sociales asentados en la más descarnada demagogia da lástima. Sabelotodos de la nada se quedaron doscientos años atrás cuando la primera revolución industrial, el manifiesto comunista y la lucha de clases.

Del cambio tecnológico y preparar a la gente para enfrentarlo nada dijeron y sobre el drama más grande del país que es el déficit de las seguridad social, ya adelantaron que con ellos no se cuente. Solo cabe tomar nota del gesto y continuar la superación de las dificultades como lo ha venido haciendo el país. Administrando las dificultades Con un gobierno firme en el timón y la producción y el trabajo inclaudicables de las mayorías nacionales.

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