La expectativa de la calle liberal con el gobierno es alta, especialmente dado que se trata del primer presidente en el mundo que se ha autodenominado “anarcocapitalista”. Y si intentamos evaluar a Milei con la vara del liberalismo, un primer problema es el de distinguir (o no) forma y contenido de gobierno. En este sentido, los primeros seis meses de Milei han estado marcados por el DNU 70/2023 y la descuartizada Ley Bases, y un problema con ambos pasa por la “institucionalidad”. ¿Por qué enviar tantas reformas por decreto en lugar de enviar una ley? Y con la ley, ¿por qué concentrar tantos temas en una sola?
Sin dudas hay en la institucionalidad un debate posible sobre Milei. Pero si se pueden remover restricciones a la libertad de manera rápida y efectiva con recursos que ya han sido utilizados para imponerlas, ¿qué motivo hay para no usarlos? El propio Alberdi hablaba en Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina de la república “posible”; las limitaciones del contexto no eran en ese entonces (ni son hoy) imaginarias.
Pero más allá de las formas, ¿hay liberalismo en las medidas del gobierno? La respuesta es que sí. En términos de economía, la desregulación avanza. A través del DNU, la derogación de leyes represivas como la de abastecimiento, góndolas o la que establecía un observatorio de precios debe ser festejada por los liberales, así como la de disposiciones proteccionistas como el “compre argentino”. Además, silenciosamente el equipo económico ha venido levantando restricciones arbitrarias al comercio exterior que protegían privilegios de pocos a cambio de menos libertad para todos. Hay reformas pendientes como el fin del régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego, pero el proyecto original de Federico Sturzenegger y su parcial implementación sin dudas pasan por un liberalómetro: tanto el DNU como la ley que no terminó de ser tienden a abrir mercados y busca desmantelar la “república corporativa” que hace ya 36 años denunciaba en su libro homónimo Jorge Bustamante.
Otro aspecto positivo es que el gobierno de Milei no se ha quedado solamente en la desregulación: en materia de política fiscal, el ajuste no se negocia. Falta bajar impuestos, pero por primera vez en 12 años hay equilibrio fiscal después del pago de intereses. Ese hecho por sí mismo debería ser motivo de celebración por cualquiera.
¿Y qué ocurre con la gestión no económica? ¿Hasta qué punto el gobierno se muestra comprometido con las libertades civiles? Contrariamente a lo que se busca instalar desde la izquierda, no hay aquí grandes novedades o sorpresas. Los pocos casos de denuncias de violaciones a libertades individuales son tan absurdos que ni siquiera llegan a las noticias: es el caso, por ejemplo, de la escritora feminista que dice haberse exiliado en Londres porque a partir de la victoria de Milei teme por su vida. Su caso no representó sino una tarde más de diversión en Twitter.
Por lo demás, las medidas no económicas de gobierno sí incluyen una mezcla de liberalismo, conservadurismo y simple continuismo. En términos de libertad de expresión, hay buenas noticias en la medida en que Milei ha decidido desmantelar el Inadi, que funcionaba como un órgano de protección de amigos y persecución política por parte de la izquierda. La propaganda antiliberal emitida por el propio Estado desde organismos como Télam o la Televisión Pública también ha sido atacada, pero aún no queda claro si el objetivo final es la disolución de estos organismos o si serán puestos en una suerte de pausa indefinida.
Lo que es definitivamente lamentable desde un punto de vista liberal es que la guerra contra las drogas y el show policial-militar que la acompaña siguen a la orden del día como en cualquier otro gobierno: todo parece indicar que la doctrina de penalizar al vendedor y no penalizar al consumidor, que provoca violencia en todo el mundo, seguirá vigente en la Argentina. Otra novedad negativa fue el intento de algunos diputados de La Libertad Avanza de recriminalizar el aborto, pero quienes lo impulsaron fueron desautorizados inmediatamente dentro de su propio espacio.
En conclusión, un primer liberalómetro del gobierno de Milei para sus primeros ochenta días arroja en definitiva un “aprobado”. La desregulación y el ordenamiento fiscal a base de un gasto público menor son, por lejos, las tendencias que lo justifican. En materia económica, los liberales deberían esperar de cara al futuro el levantamiento total del cepo cambiario y una sustancial baja de impuestos, así como la desregulación faltante y el impulso de privatizaciones de empresas estatales. En materia no económica, la prioridad probablemente debería ser avanzar en el desmantelamiento de una miríada de organismos estatales que emiten propaganda partidaria con dinero de los contribuyentes y, más generalmente, despartidizar un Estado copado por el peronismo.
Una crítica posible a este liberalómetro es que es demasiado economicista. Pero el problema es no solo que la economía probablemente haya sido la principal razón por que fue electo el presidente, sino que el nivel de libertad económica de la Argentina es uno de los más bajos del mundo. El país rankea en el puesto 38 sobre 165 en términos de libertad personal en el 2023 Human Freedom Index del Cato Institute y el Fraser Institute, pero también en el 158 en términos de libertad económica. Para un liberal, es difícil pensar en un tema más urgente.