No hay que irse a Europa para ver economía circular. Uruguay tiente emprendimientos que inciden en la producción o la exportación, pero que no se perciben realmente en toda su dimensión.
La semana pasada recorrí, de punta a punta, un complejo de producción forestal en Rivera que, en muchos aspectos, muestra estar en la vanguardia del desarrollo sostenible. El camino se inició en un vivero forestal especializado en genética de eucaliptos, destinado a la producción y crianza de plantines. Estos viveros abastecen de forma permanente a una gran superficie forestal, después de una meticulosa selección. Las operaciones de forestación están concebidas para durar muchísimos años. Exigen una importante inversión de capital porque hay que construir edificaciones adecuadas, extraer agua de forma sustentable y mantener un ritmo perpetuo de producción.
El recorrido siguió por las plantaciones forestales, en las que trabajan cuadrillas permanentes para podar las ramas que nacen desde el tronco principal del árbol. Esa tarea es esencial para evitar los nudos en la madera, una de las claves para poder vender tablones en mercados exigentes. Es tan esencial como el raleo: la poda anticipada de árboles -que son destinados a la producción de celulosa-, en la cantidad necesaria para dejar espacio en la tierra para que crezcan aquellos que van a seguir al menos 10 años antes de su industrialización.
Luego se llega al aserradero, al que ingresan troncos de más de 20 años muy similares entre sí (tres metros de largo y medio metro de diámetro) y salen diferentes cortes de madera dura muy demandados para producir marcos de puertas y ventanas. El aserradero es una obra de relojería moderna en la que todo es automático.
La madera que sobra del cortado va directo a un galpón contiguo en donde se quema para producir energía eléctrica con biomasa, que se incorpora directamente a la red de UTE.
Pero el proceso no termina ahí. Las cenizas que quedan de la quema del aserrín y restos de madera son levantadas regularmente por la Intendencia de Rivera, que los lleva a una fábrica de ladrillos. Allí se producen ladrillos de cenizas, que la Intendencia luego utiliza para construir casas para familias con carencias habitacionales. Fuimos a ver esas casas por dentro y compartir con las familias beneficiarias.
Todo este proceso del eucalipto riverense, desde la producción industrial de tablones de exportación y electricidad, hasta las casas de ladrillos hechos con las cenizas, son un notable ejemplo de colaboración pública-privada.
La economía circular es un nuevo paradigma que promueve la producción de bienes y servicios de manera sostenible, reduciendo el consumo, el tiempo, las fuentes de energía y los desperdicios. Es circular, no lineal (extracción, fabricación, utilización y eliminación), porque se basa en el principio de “cerrar el ciclo de vida” de los productos, residuos, agua y energía. Considera los impactos ambientales y sociales en todo el proceso productivo, que va mucho más allá del producto aparentemente principal.
En la economía circular no hay residuos porque todo lo que no se utiliza en un producto se convierte en recursos para otros productos, tan relevantes o más que el anterior.
Si uno quiere, puede sentir de cerca la relevancia de la economía circular a pleno en Uruguay. En Rivera hay un gran ejemplo de ello.