Relinchos necios

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RICARDO REILLY SALAVERRI
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La Argentina que sin timonel marcha a un destino insondable es parcialmente responsable que 50.000 compatriotas se hayan ido el pasado fin de semana hacia el vecindario regional a pasear.

La mayoría de viajeros aprovecha la oferta de servicios turísticos que le da Argentina donde la moneda nacional de curso legal es un papel sin valor. En Uruguay -adviértase- la movilización pasa a pesar de la crisis dramática que la oposición se desgañita en proclamar. Cuando curiosamente se vienen batiendo -además- tras la parálisis de la pandemia todos los récords conocidos en la historia reciente de venta de vehículos cero kilómetro ¿Raro, no?

Lo argentino es reincidente. En 1991 el advenimiento del Mercosur y la libre circulación de personas y bienes que implicaba nos arrimó al ensueño de una patria grande sin fronteras. En Argentina regía el plan de convertibilidad del Austral que aseguraba un peso austral valía un dólar y en Brasil pasaba otro tanto con el plan real que llevaba a que cada real valiese un dólar. Al comienzo las paridades cambiarias estables alentaron un fenomenal comercio regional que benefició a nuestro país, y tuvimos grandes beneficios, incluyendo al turismo.

Duró hasta que Brasil en 1999 devaluase repentinamente un 100% su moneda y que en 2002 Argentina eliminase definitivamente al plan de convertibilidad de ministro Cavallo. Desde entonces el intercambio comercial cayó sin solución de continuidad hasta el día de hoy. Nuestra Semana Santa hija de la hispanidad católica tuvo ramificaciones, y pasó a serlo de Turismo merced al ateísmo militante de Don Pepe Batlle, de la Vuelta Ciclista merced a la bicicleta y Radio Sport y de la fiesta criolla del Prado merced a las tradiciones gauchas. Lo último invita a un comentario.

Nuestro país que se sostiene en la producción agropecuaria -ganadería, agricultura y madera- y en las agroindustrias ha desarrollado una cultura urbana que lo ignora. El ser humano vivía originalmente de la caza y de la pesca. Hace unos diez mil años se produjo la revolución de la ganadería y la agricultura como hoy les conocemos. Y, merced a la pradera nuestro país bate récords de consumo de la mejor carne del mundo, no tiene polución ambiental, y ha logrado una expectativa de vida que revista entre las mejores del planeta. No impide a quienes prefieren comer lechuguitas o pejerreyes japoneses arrollados hacerlo “a piacere”. Va dicho porque abundan sectas de necios que dueños de la verdad revelada miran por el hombro a “los carnívoros”. No se está lejos de que organicen movilizaciones para prohibir la producción de carne. Un propósito en el que el multimillonario Bill Gates está empeñado al tiempo que viene invirtiendo en la producción y distribución comercial de hamburguesas de laboratorio.

El odio hacia el campo llega hasta las populares fiestas criollas, que alegran al pueblo en todo el país. Con sus domas, payadas y asados.

Así la Intendencia Municipal de Montevideo se ha hecho un estúpido nudo con las domas en el Prado. Merced al relincho de no se sabe que reducida caterva preocupada por el maltrato animal ¡quieren prohibir los niños asistan a las domas! Un entretenimiento de origen histórico, que el pueblo disfruta, y en el que el duelo es entre avezados jinetes que encaran riegos ciertos en la tarea y potros criados con esmerados cuidados, que bellaquean impetuosamente sin daño alguno.

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