Este febrero transcurre aplastado por la ola de calor. En febrero nunca pasa nada en el Uruguay, decimos mientras enjugamos la frente, sin acordarnos de aquel Febrero amargo, el de los comunicados 4 y 7 aplaudidos por el Partido Comunista y El Popular. Hoy, Febrero de Carnaval, un carnaval cada vez más rutinario y aburrido que, lejos de ser, como en su origen, el breve espacio liberado durante el cual el pueblo menudo se mofa de los poderosos y de los que mandan, tenemos un concurso de chupamedias que buscan cobijo fácil en lo políticamente correcto y en zaherir a los adversarios políticos de la Intendencia de Montevideo que reparte jugosos premios en metálico. Me vienen a la memoria los carnavales de mi infancia y los versos de una retirada que cantaba así: “Esta murga se retira / ganas de cantar no tiene / y va a pasar el platillito / pa juntar unos vintenes”. ¡Qué diferencia! Si alguien piensa que el carnaval sigue siendo una fiesta popular que trate de encontrar en el público de los tablados o del teatro de verano algún espectador entre los 15 y los 30 años.
Pero han pasado cosas en este febrero. Pasó lo de Yazaki y el rosario de derrumbes en colocaciones financieras, ganaderas y de las otras. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Pienso en la situación de un país donde, por un lado la inversión productiva se cierra por altos costos y alta conflictividad y por otro la inversión financiera que, como en los bancos no da nada, se vuelca hacia promesas realmente correspondientes a la alquimia (antigua ciencia esotérica para la transformación de hierro en oro) que termina en el derrumbe. Entonces: ¿dónde se puede invertir en este país?
Y digo de paso: si el gobierno obliga a que cualquier alimento envasado muestre en el envase, en negros hexágonos, los peligros que contiene (exceso de sodio, exceso de azúcar, etc.) debería exigir que las organizaciones que ofrecen ganancias extravagantes como las ganaderas, la de la contadora Goldring de la ciudad vieja o la de Campomar de Carrasco, también tuvieran una etiqueta visible mostrando sus riesgos (exceso de…).
Asimismo en febrero empezó a cuajar un importante proyecto de inversión extranjera: me refiero a la planta de hidrógeno verde en Paysandú. Sería una inversión enorme, mayor que la de UPM y -oh milagro- no piden régimen de zona franca.
Por suerte este gobierno -la ministra Elisa Facio- cortó serena y categóricamente los impulsos tanto de un director de Ancap como de la designada futura ministra del ramo para incorporar a Ancap con un porcentaje de capital a la inversión programada. Es asombroso -por decir lo menos- el olvido o la indiferencia hacia los antecedentes tremebundos de esa empresa estatal. ¡La regasificadora en el período de Mujica, la planta de cal en Treinta y Tres, la división portland en todas sus plantas que pierde millones de dólares todos los años hace veinte años, el horno de Paysandú que compró Sendic y nunca se desembaló siquiera! Y, antes, la producción de bebidas alcohólicas, las 4.000 hectáreas de caña de azúcar en El Espinillar: pura pérdida innecesaria hasta que atinadamente fueron vendidas por el gobierno de Lacalle Herrera.
Al final pasan cosas en este mes de febrero: y recién vamos por la mitad.