Sea cual sea la manera de entender el llamado "Uruguay Productivo", una cosa es segura: el incremento de los bienes y servicios en el país no puede lograrse sin el aumento en el consumo de energía.
En paralelo, el incremento de la producción trae como consecuencia una mejora en la tasa de ocupación y en los ingresos de las familias, y por lo tanto, otro aumento en el consumo de energía, debido al mayor confort.
En buen romance, para que el "Uruguay Productivo" sea sostenible, resulta imprescindible disponer de energía suficiente, mantenida en su suministro y con precios tales que le permitan al país, ser competitivo.
Hasta el presente y desde mucho tiempo atrás, el desarrollo energético seguía la filosofía de acompañar el desarrollo económico para que éste no sufriera contratiempos.
Para ello se analizaba la serie histórica de la demanda y se proyectaba hacia el futuro, para saber dónde, cómo y cuándo invertir. Es decir que el desarrollo económico era el motor del desarrollo energético.
El nuevo enfoque que proponemos, actualmente en aplicación en un puñado de países, es invertir este paradigma, de manera tal que el desarrollo energético sea el motor del desarrollo económico; que la disponibilidad de energía segura y a precios razonables sea uno de los trampolines que necesita el país para alcanzar un crecimiento sostenido.
¿Cuáles son las fortalezas de este enfoque?
"Energía de sobra", sería una ventaja competitiva trascendente que el Uruguay podría ofrecer a los inversionistas; máxime, cuando los países de la región, con mercado interno importante, habrán de padecer escasez energética por un largo lapso. A tal grado que es perfectamente esperable que el Uruguay sea exportador de electricidad. Eso permitiría ir amortizando las inversiones.
¿Cuáles son las principales acciones a emprender?
1. Eliminar de inmediato la prohibición de producir electricidad, de origen nuclear. Nadie va a especializarse en una actividad que está vedada;
2. Suprimir otras trabas jurídicas, como la ley de arrendamientos rurales, que dificulta la instalación de parques eólicos;
3. Desmonopolizar la producción y venta de electricidad, como prevé la ley vigente; y simultáneamente estimular la participación del sector privado para que aporte tecnología y capital;
4. Establecer acuerdos regionales de largo plazo y reforzar la trasmisión para asegurar el comercio libre de trabas jurídicas o físicas.;
5. Estimular las inversiones (brindando incentivos, como en la Ley de Agrocombustibles) pero con mayor decisión;
6. Evitar la tentación de utilizar la energía como fuente de financiación del Estado (ejemplo: tributos y transferencias leoninas a Rentas Generales);
7. "Last but not least": avanzar en la construcción de una Política de Estado de largo plazo.
Por supuesto, este nuevo enfoque requiere audacia y agilidad en la toma de decisiones. Algo que ha estado ausente durante el tiempo "hamletiano" de las últimas décadas (así lo llama Horacio Ferrer: noble país, pero melancólico y lleno de dudas).
Mientras Brasil lanza un nuevo programa energético nuclear, Uruguay está considerando cómo hace para cambiar los gerentes de las empresas.
¡Qué poca visión! Resulta imprescindible un empuje nuevo.
(Senador, Ing. Ruperto Long).