Esta vez, como nunca, hay una fiebre de buscar explicaciones (y culpables) para la derrota electoral. Quizás debido a que buena parte de la dirigencia no la esperaba.
Tengo para mí que la mayoría de los análisis que se hacen (o, por lo menos, que yo conozco), tienen un enfoque casi exclusivo sobre factores político-electorales, frecuentemente coyunturales: si fuéramos bajo un único lema; si los líderes departamentales no laburaron para la segunda vuelta, si Valeria Ripoll piantó votos, si fue la salida in extremis (y sin dientes) de Mujica, mintiendo sobre salarios y jubilaciones… etc., etc.
No voy a discutir cada uno de los factores aducidos (comparto algunos). Para mí, esos esfuerzos (y otros) erran el bizcochazo: se circunscriben a analizar la realidad bajo la doble interrogante de: “¿Por qué perdimos?” “¿Qué tenemos que hacer para juntar los votos que nos faltaron?”.
No es que esas preguntas sean tontas o erradas. Es que no encaran el fondo del asunto.
El verdadero problema no son las decenas de miles de votos que nos faltaron. El verdadero problema es el de una cultura dominante que se mueve paquidérmicamente en favor del FA, pasando por encima aspectos de la realidad que a muchos nos parece relevantes, pero a muchos más, no.
El FA casi no ha parado de crecer desde su creación.
El FA tiene a Montevideo en un puño, (por más que esta vez andamos cerca).
Y a Canelones, cada vez más.
El FA crece en el interior urbano.
Todo eso habiendo hecho gestiones muy variadas en cuanto a resultados a nivel nacional y muy malas a nivel municipal y, además, con independencia del nivel de sus candidatos y de sus propuestas.
Inversamente, el Partido Nacional (que es el que más me importa), a pesar de haber hecho los dos mejores gobiernos de los últimos 50 años, no consigue crecer.
Esta realidad exige reflexiones que vayan más a fondo que los factores político-electorales.
Porque el asunto va más allá de ganar o perder elecciones. El problema es el de una cultura dominante, muy arraigada, que percibe a la realidad, no como algo desafiante que requiere ser encarada, si no como un devenir, imperfecto sí, pero cuyas especificaciones no requieren de grandes cambios ni de sacrificios: la cosa se arregla si se le saca más a los ricos y con eso el gobierno distribuye más. Eso sí, cuidando que todos seamos iguales.
Contra esa visión, las herramientas político-electorales a lo sumo sacarán algún hocico de ventaja si la carrera se da en cancha pesada. Y aún ahí, después, hay que gobernar contemplando esa idiosincrasia. Porque no se trata sólo de ganar.
No puedo probarlo, pero estoy convencido de que el Partido Nacional no votó todo lo bien que se precisaba porque optó por esconder (¿abandonar?) su contenido liberal, temeroso de que provocara rechazo y optó, en vez, por pretender competir con el FA en el terreno del Pacto de la Penillanura.
Lo que debe llevar a un cambio radical en su composición de lugar. Ya.
El Partido no debe entubarse en el dilema de cómo ganar las próximas elecciones, sino enfocar su esfuerzo a transformar la cultura de la Penillanura.
Para eso, tiene que modernizar su enfoque y reinventarse. Un Directorio más formal que sustancial y el grueso de las energías puestas en gimnasias sectoriales no es, ni ahí, lo que se precisa.
Obviamente que no se trata de descuidar ni el ámbito parlamentario, ni las gestiones departamentales, pero hay que volcar todas las energías posibles al campo de la intercomunicación informática con la gente. Usar las herramientas de la tecnología de la información para llevar los temas nacionales (información y opinión) a las personas, generando ámbitos de intercambio de opiniones, foros, etc., y sobre estas bases, ensayar mecanismos de formación de cuadros, de adherentes y de militantes, decantando todo, mediante el uso de algoritmos en una gran base de datos, sobre la cual trabajar políticamente (que no es igual o electoralmente).
Es un mundo que vive, cada vez más, enchufado a las redes, hay que dedicarles atención prioritaria, para llegar a quienes no nos leen, escuchan ni conocen, con nuestro mensaje de contenidos y moverlos a interactuar y conectarse.
No invento nada nuevo, hay experiencias de esto en varios países y en nuestro país no faltan ni las herramientas, ni personas idóneas para armar esta iniciativa (que tampoco es algo costosa).
El enfoque tiene que ser informar, motivar y formar, para que el tiempo no sea meramente electoral, sino sustancial.