Pensamiento de grupo

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Uno se pregunta con atormentada frecuencia qué factores habrán incidido para que el Uruguay haya patinado hacia un sostenido declinar durante tantos años y no encuentre aún un punto de apoyo firme para hacer talón.

Resulta ampliamente conocida la influencia que tiene, tanto en las conductas individuales como en el comportamiento de las sociedades, lo que podría llamarse la sabiduría convencional. Existe una tendencia al acomodamiento y una reticencia a singularizarse que opera como freno social. Ciertos sociólogos han elaborado una completa teoría sobre lo que llaman pensamiento grupal. El principal investigador y elaborador de dicha teoría es Irving Janis. La idea básica de su teoría es que el pensamiento grupal tiende hacia la uniformidad y la conformidad con la censura, lo cual limita el ingreso de nuevas informaciones al grupo o a la sociedad. Analizar a esta luz el comportamiento tan conservador de la sociedad uruguaya puede ayudarnos a entender.

Janis sostiene que cuando los grupos o las sociedades tienen una tendencia a la deliberación o valoran y practican la discusión incesante antes que la puesta en práctica y la aplicación concreta, caen en dos fallas de funcionamiento. Por un lado se genera una presión social que hace que el individuo silencie y ponga a un lado la visión personal que pueda haberse hecho de las situaciones con el objeto de evitar sanciones grupales o críticas provenientes del grupo (fulano es el raro, el que quiere dar la nota, busca cinco pies al gato). Eso, por otro lado, lleva a que se retenga informaciones valiosas que pondrían en cuestión -o enriquecerían y darían mejor forma- a la cantilena convencional.

La gente siente, según este autor, una particular aversión al disenso solitario. Esto es clarísimo en nuestro país donde los cuestionamientos y los desafíos tienen moldes, expresiones, ritos y hasta vestimentas comunes y ajustadas a convencionalismos grupales identificatorios. En nuestro país hasta la contravención es convencional.

Esta tendencia lleva, según Janis a dos consecuencias. Que el grupo o la sociedad valore y se guíe por la información compartida y convencional y desestime toda otra información (el asunto no es ver si la información es verdadera o no sino si es “apropiada”). Puede el lector introducir aquí sus recuerdos de las veces que habrá oído las críticas a hacer público tal o cual dato “porque es darle armas al enemigo” o porque “va contra todos los usos y costumbres aceptados”. En un balance de costo beneficio, aunque el individuo esté seguro del bien grupal o social que se derivaría de insistir en su propuesta, a los efectos de su propia tranquilidad y seguridad (supremo bien uruguayo) el silencio es oro. Aquí podemos reflexionar lo que sucede en ciertos ambientes uruguayos como el sindical o el intelectual. Janis habla de “sympathetic magical thinking”.

La otra consecuencia es que el pensamiento grupal lleva a que sean adoptadas posiciones cada vez menos matizadas. Las personas que tienen opiniones extremas tienden a estar mucho más seguros de su verdad que los moderados. En la medida que los procesos grupales se van desarrollando y que los miembros “seguros” van teniendo éxito en imponer sus opiniones, todo el grupo se va transformando y la posición (grupal) se va haciendo cada vez más extrema, neta y sin matices.

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