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La Batalla de Las Piedras, la primera gran victoria de Artigas

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OMAR LÓPEZ MATO
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A pesar de haber estado ausente durante la Revolución que se inició tras el Grito de Asencio, José Gervasio Artigas (1764-1850) pronto vio acrecentado su prestigio.

Muchos jefes locales en la Campaña Oriental eran parientes y amigos que reconocían su valor. Paisanos y estancieros por igual confiaban en su buen criterio y sentido de justicia. Por años al mando de sus Blandengues, fue la ley y el orden en esas comarcas.

Artigas mantenía excelentes relaciones con los charrúas que respetaban su palabra y con los guaraníes misioneros que se habían integrado a las tropas de Manuel Belgrano. Como muchos orientales, odiaba a los portugueses y su afición a esclavizar a los más vulnerables. La amenaza de Elío de traer fuerzas extranjeras a esta Banda solo exacerbó los ánimos de los criollos; los portugueses habían sido desde siempre sus enemigos naturales, que ahora fuesen también aliados de los godos solo asistía a radicalizar las posiciones siguiendo la consigna: los amigos de mis enemigos son también mis enemigos.

La defensa de los descastados le otorgó a la política artiguista una inmensa base de sustentación popular. A los indios, negros, libertos y criollos, no solo les ofrecía una causa para pelear, sino que reconocía su dignidad. Elío intentó reconquistar al flamante teniente coronel para la causa del Rey y le envió una propuesta tentadora a través de su pariente, Manuel Villagrán, pero Artigas consideró insultante este ofrecimiento. La respuesta fue un eco de la que Washington había pronunciado en circunstancias semejantes: “nada puede esperarse de la justicia de Gran Bretaña”.

Al frente de este ejército de irregulares, el teniente coronel avanzó hacia Montevideo. No le fue fácil movilizar sus tropas durante ese mayo lluvioso, pero el entusiasmo de estos noveles patriotas todo lo pudo. Al final, el ejército revolucionario después de muchos obstáculos chocó contra las fuerzas españolas en el pequeño pueblo de Las Piedras.

El capitán de fragata, José de Posadas, conducía las tropas realistas que ascendían a más de mil efectivos, mientras que Artigas, reforzado por las tropas que conducía su hermano Manuel, estaba al frente del inferior número de patriotas, divididos en 600 hombres de caballería y 250 infantes. Al comenzar la contienda los españoles sufrieron varias deserciones, contando a 160 prisioneros que habían tomado partido para salir de las cárceles de Montevideo.

Después de varias horas de lucha, las tropas artiguistas rodearon a los españoles. En el campo quedaron, según el parte del vencedor, 30 muertos y cerca de 50 heridos, además de 482 prisioneros, entre los que se contaba al mismo comandante realista. Los orientales sufrieron solo 20 muertos y 14 heridos. Fue, en palabras de Dalmaso Larrañaga, “la más decidida victoria”. Lamentablemente la derrota no fue completa porque las tropas de Artigas, al verse obligados a detener su marcha, no pudieron llegar a las puertas de Montevideo por el atraso en la llegada de Rondeau. La Batalla de las Piedras fue el prolegómeno del sitio y la primera desinteligencia entre ambos comandantes.

Artigas fue magnánimo con los vencidos, a Posadas le prometió respetarle la vida en caso de rendirse. Cuando así lo hizo, no recogió el sable del capitán realista. No estaba dispuesto a repetir los excesos de los porteños. En la Banda Oriental no hubo fusilamientos sumarios, como los de Liniers, Córdoba, que mancharan de sangre el honor de los vencedores. El jefe de los orientales siempre respetó la vida de los vencidos.

La Junta de Buenos Aires respiró aliviada, ya que la victoria de Las Piedras compensaba el desánimo que ocasionó la fallida campaña al Paraguay. En reconocimiento, Artigas fue elevado al grado de coronel y recibió de manos del teniente coronel Martín Thompson –primer esposo de la célebre Mariquita– un espléndido sable de honor por sus esfuerzos.

Ese 25 de mayo, durante los festejos del primer aniversario, resonaron con estrépito los nombres de los orientales. La marcha patriótica compuesta por Vicente López y Planes recoge la victoria del teniente coronel de Blandengues. El Himno Nacional Argentino hace referencia a otra victoria en tierras orientales, la caída de la Colonia del Sacramento, rodeada por los hombres de Benavides. Sin más recursos, las tropas comandadas por Vigodet se embarcaron el 27 de mayo con rumbo al puerto de Montevideo. La campaña de la Banda Oriental quedó en manos de los patriotas.

Ahora se alzaba ante los ojos de Artigas su próximo desafío, la ciudad amurallada de Montevideo a la que puso sitio, uno de los muchos que sufriría la Troya del Plata.

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