Nunca la bandera arriada

El invencible explorador Ernest Shackleton, encontrándose con infinita cantidad de problemas, con la muerte de Scott, y el triunfo de Amundsen, se dijo “Nunca la bandera arriada, nunca la última empresa”, y a pesar de estar en los albores de la IGM, partió para la Antártida a intentar la aventura más grande: la travesía del continente blanco. Su historia de determinación y gloria es conocida.

Cuando asistí el pasado 28 de febrero al último acto de gobierno del presidente Lacalle Pou, el arriado de la bandera, confieso que pensé bastante en la simbología del evento, en las palabras de Luis al decir que “lo volvería a vivir”, y fundamentalmente pensé en el esfuerzo que exige la tarea de gobernar.

Porque un gobierno no dista mucho de ser también una dura travesía, como la de Shackleton. Y así terminé cavilando sobre el rol del Partido Nacional en la vida de nuestro país.

El partido existe en función de la realidad del Uruguay. Uruguay es su identidad. Es un partido de hombres de patria, de esta, la nuestra. El Partido Nacional es un movimiento cuya estructura y funcionamiento se caracteriza por elementos bien claros:

Su resiliencia, condición que le he permitido sobrevivir -casi siempre lejos del poder- y adaptarse a las diversas coyunturas políticas, y lo que es esencial: a distintos liderazgos.

Su cuerpo de ideas con una columna vertebral basada principalmente en un ideario que reconoce la centralidad del ser humano, del individuo, frente a lo colectivo que agobia.

Su expresión electoral que varía a lo largo de la historia, con mayor o menor volumen, pero que, sin embargo, es independiente de su cuerpo de ideas. No se adapta a la demanda, es intransigente en defender lo esencial.

¿Pero cuáles son los principios fundamentales de nuestro pensamiento?

Los elementos que definen la estructura -resiliencia, cuerpo de ideas que lo trascienden, y expresión electoral autónoma- se alimentan de un conjunto de principios políticos, que entiendo como valores inmutables cuya custodia nos han legado Oribe, Leandro Gómez, Saravia, Herrera, Wilson, y que han sido objeto del desvelo de nuestros principales líderes, destacando en esto Lacalle Pou. Estos son:

La permanente preocupación por el cuidado de la dignidad de las personas. Todos fuimos creados iguales y tenemos derecho a ser felices. Tenemos derecho inherente a la vida, la libertad, y la propiedad.

La defensa a ultranza de la libertad, como manifestación más pura del verdadero ejercicio y goce de lo que por derecho natural corresponde al hombre en toda su dimensión.

La defensa de la patria, siempre primero la nuestra y sus intereses, por encima de cualquier otra cosa.

Razonable interacción entre lo individual y lo colectivo. Prefiriendo siempre lo primero, pero dando cabida a lo segundo cuando resulta necesario.

El Estado de Derecho, o rule of law, como elemento fundamental de nuestro modelo de convivencia.

La realidad como principal materia prima de la actividad política. “La realidad que nos anega”, como decía Herrera, frente a la utopía irrealizable e irresponsable. Hoy, con el barco en el dique, cuando se está alistando para volver a zarpar, deberíamos reflexionar sobre la importancia de valorar la esencia política. Solo así podremos no arriar nunca más la bandera.

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