No seas botón. No hay milico bueno. Condena social.
Esa sentencia y la consecuente invitación a la cancelación, fue uno de los eslóganes que se vieron en la Marcha del Silencio del pasado 20 de mayo.
No obstante la consigna, pegatinada a lo largo de un buen tramo de 18 de Julio, la milicia de la moral anduvo muy activa en la tarea de hacer cumplir el mandato dictado por la corrección política. No hay milico bueno, decían. Y al mismo tiempo, con la gorra puesta hasta las orejas, le caían a todos los que osaran no embanderarse con la versión sobre la historia reciente que la izquierda busca imponer a fuerza de condena social.
Ya no contra el que se oponía. Sino contra todos los que no se pronunciaron a favor.
La religión es el opio de los pueblos. Y cuando las banderas políticas toman carácter de fanatismo religioso, los inquisidores están de fiesta. Y las libertades sufren.
Así, asistimos con tristeza a miserables manifestaciones de autoritarismo e indignación bien pensante. Desde renombrados dirigentes políticos como el Dr. Fernández Galeano hasta artistas de gran popularidad como el cantante de No Te Va Gustar, los inquisidores empuñaron el garrote para condenar y silenciar a los que no piensan como ellos.
Brancchiari, pisoteando el pensamiento crítico, anunció que iría a bloquear a quienes no adhirieran a su posteo en Instagram y X, donde aseguraba que “Todos somos familiares”. “No me interesa que me siga gente así”, agregó el yerno perfecto del rock, sembrando la duda de qué habrá querido decir con “gente así”. Pero si se trata de tener pensamiento propio, con dudas y sin certezas, somos muchos la “gente así”.
También la diputada comunista Micaela Melgar, tras patrullar las redes para cerciorarse que nadie incumpliera el mandato, se tomó la molestia de redactarle al Club Peñarol, el mensaje que ella creía que la gloriosa institución debía comunicar. “Qué toupet” el de la diputada que también pretende hacer “doctrina constitucional de la influencia moral” con un proyecto de ley tan autoritario como delirante, anunciado hace pocos días.
Volviendo al tema del título, parece peligroso que las posturas se extremen al punto de parir una sentencia semejante. “Ningún milico es bueno”, representa lo peor. Eso que quienes lo enunciaron dicen combatir con su sensibilidad de izquierda: estigmatización, prejuicio, generalización, discriminación. Todas armas de la ignorancia, madre y padre de la intolerancia.
“Aunque salga a hacer mandados, un milico es un soldado” cantaba Zitarrosa en su Chamarrita de los Milicos, con la cual sugería no olvidar que esas personas que Mujica definió como “carne con ojos”, comparten las mismas condiciones de vida que el resto del pueblo. ¿Les cabe la condena social que se pide en el título? ¿Por qué? ¿Porque hace medio siglo un grupo de generales se creyó su propio cuento? Mire que también se habían creído el suyo los tupamaros y se lo están creyendo ahora los autodenominados éticos y humanos.
Al pasado hay que escucharlo con atención y sin cambiarle la letra. También a la chamarrita de Alfredo. Sobre todo el verso que dice: “Aunque sirvan para todo, los milicos no son bobos”. Nosotros tampoco.
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