No es China sino la reja

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Estas últimas semanas han sido tiempos de barullo político, de grandes titulares y poco texto. 

Consecuencia de ello es que ha pasado casi desapercibido un anuncio grave, con mayor impacto sobre el futuro del país que el abuso caritativo de funciones del senador Carrera o el pasaporte del compatriota Marset.

En un discurso de campaña electoral Lula, probable ganador de las próximas elecciones en Brasil, dijo que los avances -pocos, por cierto- en las larguísimas negociaciones preparatorias de un TLC entre el Mercosur y Europa no tendrán ningún efecto en su eventual gobierno porque él considera ese tratado como inconveniente para el Brasil. Uruguay debe tomar nota.

El Mercosur fue el resultado de una visión política compartida de apertura económica: contenía una lógica de agrandar, abrir entre sí las economías de los países integrantes. La propuesta atendía más a las fronteras internas, que se buscaba permeabilizar, que a la frontera externa común. Estaba animada por una inspiración de apertura más que de cerrazón.

Pasados los años, los Presidentes firmantes del tratado fueron dejando sus cargos y sobrevinieron otros mandatarios, otras épocas y otras corrientes políticas en la región. A raíz de todo eso, poco a poco se fue deslizando la concepción fundacional del tratado desde el plano económico a un plano filosófico-político-poético que se hizo preponderante: una concepción histórico folklórica de hermandad latinoamericana, patria grande y demás. Al son de esa mística y de esa retórica introdujeron a Venezuela y echaron al Paraguay. Con ese dato no se precisa más explicación para demostrar la degeneración sufrida. En el discurso (en el relato) el marco se ampliaba, pero en el comercio -que había sido al comienzo la lógica sustantiva- se contraía. El tratado pasó al plano declamatorio y al encierro económico: problema doble.

En la actualidad, el Mercosur no puede ser evaluado por lo que quiso ser en su momento fundacional sino por aquello en lo que ha venido a dar. Atento a esa cruda realidad el presidente Lacalle Pou tomó una decisión política con los socios de la coalición de gobierno y la quiere llevar a cabo: salir del encierro. Del doble encierro: el económico y el de la retórica.

El chiste de la cosa no es tanto China sino abrir la reja. Es abrir la cabeza. Es extender la mirada.

El proyecto, la propuesta y las gestiones en curso para concretar un TLC con China tienen esa lógica y van en ese sentido. Naturalmente un TLC con China asusta por la disparidad de tamaños de las respectivas economías, pero resulta lo más lógico lograr rebajas arancelarias con el principal socio económico -que hoy para nosotros es China- y no con un país con el que no comerciamos nada.

Pero en este proceso y en este debate no se debe perder de vista la lógica y la dirección de la opción política en curso. El chiste de la cosa no es tanto China sino abrir la reja. Es abrir la cabeza. Es extender la mirada. Es salirse de la retórica repetitiva, antigua y de dudosa fundamentación referida al abrazo protector de la hermandad latinoamericana (y que me perdone Methol). En aquella mentalidad es donde se encuentra el punto neurálgico. Allí, en la percepción de la necesidad de apertura más que en establecer un socio o un destino. El quid del asunto no está tanto en China cuanto en abrir la reja (mental y político-diplomática). Lo de China puede salir o no: lo otro, la apertura de la reja, sería trágico que no se diera.

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