Escribir una columna de análisis político un día de Navidad, en Uruguay, no suele ser fácil. Pero estamos en un momento de la historia del país, donde la realidad brinda insumos de manera frenética.
Tal vez debido a que atravesamos (aún) un período bisagra en lo político, que tiene las pulsaciones de mucha gente en un ritmo muy alto, y que hace que todo se sobredimensione. A ver si concuerda.
Pasados casi dos años del cambio de gobierno, el mismo mantiene un apoyo popular históricamente muy alto. En medio de esta luna de miel extendida con la opinión pública, el presidente Lacalle Pou optó por ir a pasar Navidad con los soldados uruguayos que trabajan como fuerzas de paz en el Congo. Una medida que alguien podría tildar de politiquera o demagógica, pero que implica sin dudas un sacrificio. De todos los países del mundo que uno podría elegir para pasar Navidad, el Congo está lejos del top 5. ¡Ni olas hay!
Hay reacciones que ilustran sobre ese momento que vivimos. Por ejemplo, el ex Director Nacional de Educación del Frente Amplio (nada menos), Pablo Álvarez, un tipo que debe andar por los 40 años, dijo ante esto: “Navidad militar. La lucha por el voto militar y el ideal conservador está a todo trapo”.
Esta semana la Justicia decidió la liquidación de la mutualista Casa de Galicia. La misma llevaba años en situación angustiosa (no es la única), y sobreviviendo en base a fideicomisos de dudosa utilidad. Hace unos meses, el gobierno decidió intervenirla, pero el inicio de un proceso judicial terminó en un choque entre los síndicos y el ministerio, que se resolvió con la salida de los interventores de este último, y ahora con el cierre. El que salió más enojado con esto fue el ministro Salinas, quien cuestionó duramente la decisión judicial, y aseguró que trabajará durante las fiestas para asegurar la atención a los socios y el pago a los trabajadores.
Ante esta crisis, la diputada del MPP Bettiana Díaz, reaccionó diciendo que “Volvió el Uruguay de los cierres de mutualistas. Bienvenidos a los 5 mejores años de nuestras vidas”. Eso mientras compartía el video de una empleada de Casa de Galicia que lanzaba a un periodista un panfleto ideológico asegurando que sabía que “eso no va a salir en TV”. Vale decir que mutualistas cerraron en todos los gobiernos, y la señora apareció en Subrayado.
También esta semana, una decena de trabajadores del gremio de los camioneros bloqueó el ingreso de mercaderías al puerto de Montevideo. Tras varias horas de negociación, el gobierno resolvió liberar el paso, para que los cientos de camioneros que aguardaban al rayo del sol, en vísperas de las fiestas, pudieran terminar su trabajo. Durante el operativo, transmitido en directo por todos los canales de TV, no se vio un golpe, ni un accionar violento de los efectivos de la Republicana, que fueron sacando uno a uno a los gremialistas que cortaban la calle.
Para el diputado del Frente Amplio, Daniel Gerhard: “Lo escénico de la represión lo pone a uno con la piel de gallina”, y que “hoy los camioneros son terriblemente explotados”.
También esta semana hubo dos noticias paralelas e ilustrativas. Por un lado, el presidente del Pit-Cnt, Fernando Pereira, fue ratificado como nuevo presidente del Frente Amplio. Pereira fue el gran impulsor del proceso de junta de firmas contra la LUC, y encabezó las críticas más duras contra el nuevo gobierno, primero exigiendo (cacerola en mano) cierres más duros para frenar la pandemia, y luego señalando que la falta de medidas de apoyo a la economía habían generado 100 mil nuevos pobres.
Por otro, la economía uruguaya mostró fuerte crecimiento en el tercer trimestre del año, recuperando su nivel prepandemia y según los analistas tendría entre 4 y 5% de crecimiento durante 2021. Y el desempleo llegó a mínimos que no se veían desde 2019.
¿A qué vamos como todo esto? A que parece haber un quiebre muy marcado entre las visiones de un lado y otro del espectro político. ¡Chocolate por la noticia, dirá usted! Sí, pero hay algo que va más allá de las simples y tradicionales diferencias políticas de cualquier sistema. Acá hay de un lado un gobierno, con aciertos y errores, pero que cuenta con elevado apoyo popular, que viene cumpliendo más o menos con lo que prometió en su campaña, y que enfrentado a una crisis histórica como la pandemia, ha sido relativamente exitoso en lo sanitario, y hasta en lo económico. Datos duros, no opiniones.
De otro lado, hay una fuerza política que, más allá de las criticas normales, azuza un discurso de una virulencia llamativa, y atribuyendo rasgos morales perversos a su adversario, que se hace imposible de justificar en los datos de la realidad. ¿Cuánto puede durar esto? ¿A quién beneficia? ¿Cómo procesará la opinión pública este choque tóxico permanente?
La respuesta la tendremos en el 2022 que ya comienza. ¡Feliz año nuevo!