En este tiempo de verano, que se presta para las reflexiones más lentas y prospectivas, me interesa tratar el tema de qué y cómo ejercerán la oposición al gobierno de Orsi los partidos que conforman la Coalición Republicana (CR).
Desgrano varias interrogantes claves que deberán ser respondidas para fijar el contorno y la hondura de esa oposición. ¿Se fijará un objetivo de comparecencia conjunta bajo un mismo lema para las elecciones nacionales de 2029 y departamentales de 2030 o se mantendrá la forma que primó en 2019 y 2024? ¿Se establecerá una coordinación partidaria que haga funcionar como bloque a la CR frente al gobierno del Frente Amplio (FA), en el parlamento y en una propuesta alternativa o se dejará librado a la estrategia de cada partido y con coordinación mínima (o inexistente) la tarea opositora? De manera general, ¿se llevará adelante una oposición colaborativa o una oposición radical, de manera global o de forma partidista individual (y hasta sectorial particular)?
El horizonte presenta nubarrones. El Partido Nacional (PN), principal protagonista de la CR, sufre una Lacalle Pou-dependencia paralizante: como cree que tiene la carta de triunfo de 2029 en su candidatura -una concepción que es exagerada, de acentos milagrosos, y, por tanto, dañina-, carece de vida propia, no maneja vigorosos matices, y no asume un liderazgo partidista colectivo de norte decidido. Cabildo Abierto (CA), a pesar de sus 60.000 votos, quedó grogui, y le sobrevuela la tentación “d´aller à la soupe”, como criticó De Gaulle a sus diputados cuando se acomodaron con el poder a poco de haber conformado un partido que giraba naturalmente en torno a la figura del general. Finalmente, los colorados hacen sus deberes -autoridades partidarias renovadas, sectores potentes y definidos, liderazgos claros-, pero chocan contra la blanca y necia pared de varios barones blancos del Interior, cuyas torpezas y mezquindades, de espíritus tan locales como compartidos que harán perder varias intendencias a la CR.
Podrá pensarse que se trata de tormentas de verano y que para cuando esté terminado el otoño, todas las piezas estarán en su lugar, incluyendo las señaladas infelices derrotas departamentales que harán resaltar las inmaculadas ineptitudes blancas, coalicionistas locales. Me temo, empero, que la pieza más relevante siga sin definirse: me refiero a la convicción compartida y mayoritaria de llevar adelante una oposición radical al gobierno del FA.
Ella no debiera ser del talante de la mala fe izquierdista, esa que es capaz de llamar a concentrarse en actos proselitistas en plena pandemia. Pero tampoco debiera ser propia del agua tibia blanca, esa que cuando el vicepresidente debe dimitir por corrupción (Sendic, 2017) se vanagloria de no hacer ninguna ola, y que permanece convencida de que tal enorme torpeza política equivale a un gesto de responsabilidad institucional. Con un CA grogui y un PN en fase caudillista decimonónica, atañe quizás al buen tino colorado prestar orientación a toda la CR: propuesta concreta de coordinación coalicionista; exigencia de gobiernos departamentales coalicionistas pluripartidistas; y definición del conjunto mínimo de las políticas claves a ser defendidas de los ataques zurdos.
Hay, sin duda, mucha tarea por delante.