Modos de ser

Los enfoques originales generalmente provienen de mentes dispuestas a pensar de nuevo aquello que la sabiduría convencional da por probado. Todos nosotros hemos aprendido en la escuela que la colonización española procedió a destruir la cultura y la organización política y social que había en América y sobre sus ruinas edificó, con la fuerza de la espada y la cruz, la cultura colonial, básicamente, traída de España. Antonio Lezama, en su libro “La Historia que nos Parió” (Linardi y Risso, 2008) revisa el dato y ofrece otras conclusiones. Para los uruguayos, que hemos discutido e investigado sobre nuestra identidad nacional, su lectura ofrecerá planteos originales y novedosos. Veamos.

El Uruguay -es un dato- está ubicado geográficamente en lo que fue un lejano confín del territorio colonial. La América sudatlántica, como la llama Lezama, fue una zona completamente marginal para la política imperial ibérica. Cuando se constató que el Río de la Plata había sido erroneamente bautizado y que la riqueza mineral tan buscada, así como las zonas de población indígena más densamente pobladas, yacían lejos al norte, estos lugares quedaron con muy poco personal hispano. Dice Lezama que “la imposibilidad de imponer un verdadero dominio, como consecuencia del desinterés de la metrópoli en esa zona, obligó a los europeos auténticos a una permanente negociación con el elemento indígena primero y con el iberoamericano luego, como única forma de alcanzar los objetivos económicos y políticos que se van proponiendo. Esta conciencia de su debilidad genera en los europeos y los criollos una continua tendencia al abandono de sus objetivos originales, que serán substituidos por objetivos locales”. La adaptación para sobrevivir producirá integración, ya que imponerse no era posible. De aquí que el elemento nativo ejercerá tanta influencia sobre el europeo como la que recibirá de él: habrá españolización de los indios paralela a una indianización de los europeos.

Esta situación, según el autor, es la raíz de comportamientos que aún subsisten. La lejanía favorecía o propiciaba dos comportamientos en los administradores: desobediencia y corrupción. Aún los mejor preparados carecían de poder eficaz para modificar la situación. Lo que se impone y se estabiliza es la pauta indígena de pertenencia a la tribu vencedora. “Se genera así uno de los aspectos más dramáticos del proceso rioplatense: la contradicción entre la práctica y el discurso, en particular, el discurso escrito: el documento. La historia confeccionada a partir de esos documentos es, según Lezama, básicamente, mentira. La documentación que va hacia la metrópolis es ”para inglés ver”, como dirían hoy en Melo.

¿Por qué aquellos europeos en vez de retornar a la metrópoli optaron por quedarse por estos confines lejanos, bárbaros, sin plata y tan diferentes a México, Lima, Quito y todo lo que habían esperado encontrar? Según Lezama, “la razón para convertirse en iberoamericanos en el sur radica en el incomparable régimen de libertad personal en que pasaron a vivir”. En la América sudatlántica se es libre por donde se lo mire y, a diferencia de Europa, esa condición no limita ni el acceso a la comida ni a la reproducción. Esa libertad es fruto de su integración a las sociedades indígenas y a la lejanía con la metrópoli que dificulta el control. Esto da lugar a matrices de comportamiento individualista y de desprecio por la previsión y la acumulación que duran hasta hoy.

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