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Mirar más alto

Desde hace unos cuantos años nuestro país está imbuido del síndrome "del contra". A veces se tiene la impresión de que existe el convencimiento de que la única posición digna que un ciudadano puede asumir es la de erigirse en contra de algo.

Para ser más precisos y justos, el síndrome no existe en estado activo en la genética de los orientales, sino que está latente y necesita para ser activado el estímulo originado en alguno de los lobbies habitualmente vinculados con sectores políticos o sindicales del más rancio cuño izquierdista.

Que los ciudadanos manifiesten su sentir no es mala cosa. Por el contrario. Es, ni más ni menos, ejercitar el derecho a la libre expresión del pensamiento el opinar y pronunciarse acerca de la acción de los gobernantes.

Mas, la actitud que en primera instancia sería noble, deseable, y funcional al sistema democrático, se va desnaturalizando, se transforma en una patología y termina por convertirse en un serio obstáculo para el desarrollo nacional.

A partir de una prédica constante, el Frente Amplio logró instalar en la sociedad el sentimiento de que todo lo que los otros hacen o proponen se inspira en inconfesables deseos de perjudicarla. No es una prédica nueva, sino que es un refrito —muchas veces inconsciente— de las tradicionales predicas marxistas. El planteo es muy claro y efectivo. Por un lado los trabajadores, los desposeídos, y por el otro los gobiernos, que el único fin que procuran es perjudicarlos.

Con ese caballito de batalla los dirigentes del Frente Amplio frenan y trancan los intentos de oxigenar las estructuras sociales y económicas. Se trate de la enseñanza, de la economía, o de la cultura, permanentemente reniegan hasta de la simple posibilidad de que alguien que no sea el Estado participe en alguna de las mil formas en que puede hacerlo. Es grande el miedo de perder el control de las situaciones.

El problema no debería ser si el Estado debe o no estar. La decisión que hay que tomar es pensar cuáles son las mejores opciones para lograr los objetivos que la sociedad se fija. En algún caso será por el lado del Estado, en otros por el de los particulares y en otro los dos actuando conjuntamente. Ni el Estado es de por sí el malo de la película, ni los particulares son de por sí los buenos. Lo realmente trascendente son los fines que como sociedad nos trazamos y los instrumentos que pueden estar a su disposición para alcanzarlos.

Es claro que no todos los partidos integrantes del Frente Amplio mantienen la misma opinión, como así tampoco sus adherentes. Más, es común que sectores minoritarios arrastren con sus puntos de vista al resto de los grupos, como quedó comprobado en el plebiscito de diciembre.

Mientras todas estas cosas pasan, el mundo sigue cambiando y generando oportunidades que por estas tierras nos damos el lujo de desaprovechar. Seguimos creyendo que la rueda se inventó en el Uruguay, y que el resto del mundo terminará en algún momento por reconocerlo.

Este estado de cosas no es sustentable en el tiempo. La venta de espejitos de colores dura mientras el cliente no se dé cuenta que está haciendo un mal negocio. La cuestión es que cuando eso pase tal vez ya sea tarde, y los caminos que haya que revertir serán más lentos y costosos.

Esta campaña electoral en la que estamos inmersos es un buen momento para reflexionar y advertir que nuestro país desde hace demasiado tiempo está viviendo y votando "contra" algo. Sería bueno que nos diéramos cuenta de que podemos mirar más alto.

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