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El duro camino de la pintura

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Artemisia Gentileschi fue «la única mujer en Italia que alguna vez supo algo sobre pintura, colorido, empaste y otros fundamentos», dictaminó en 1916 Roberto Longhi, uno de los grandes críticos italianos. Exagera: a lo largo del siglo XVII se destacaron varias pintoras, como Artemisia: Sofonisba Anguissola fue pintora de Felipe II, Lavinia Fontana del papa Clemente VIII, Fede Galizia fue muy requerida por sus retratos y Elisabetta Sirani alcanzó un gran renombre en su breve vida de 27 años. En aquellos días, y así sería durante siglos, las mujeres no tenían acceso a las academias profesionales de Bellas Artes. Eso explica que todas las mencionadas hayan nacido en familias de artistas y aprendieron el oficio en los talleres familiares.

Artemisia Gentileschi fue «la única mujer en Italia que alguna vez supo algo sobre pintura, colorido, empaste y otros fundamentos», dictaminó en 1916 Roberto Longhi, uno de los grandes críticos italianos. Exagera: a lo largo del siglo XVII se destacaron varias pintoras, como Artemisia: Sofonisba Anguissola fue pintora de Felipe II, Lavinia Fontana del papa Clemente VIII, Fede Galizia fue muy requerida por sus retratos y Elisabetta Sirani alcanzó un gran renombre en su breve vida de 27 años. En aquellos días, y así sería durante siglos, las mujeres no tenían acceso a las academias profesionales de Bellas Artes. Eso explica que todas las mencionadas hayan nacido en familias de artistas y aprendieron el oficio en los talleres familiares.

Su padre, Orazio Gentileschi (1563-1639), era un cotizado pintor, seguidor de Caravaggio, el gran maestro del claroscuro. Artemisia nació en Roma, el 8 de julio de 1593 y seguiría la misma escuela. Sus primeras obras firmadas hacia sus dieciséis años, seguramente incluyen terminaciones y correcciones de su padre, al que asistía en las grandes pinturas para iglesias. Por razones ignoradas, Orazio decidió que la joven continuara su formación con Agostino Tassi (1566 – 1644) un pintor de cierta reputación que por entonces trabajaba con él. Tassi, que era un sinvergüenza, intentó –quizás lo logró—seducir a la muchacha de diecisiete años. Lo cierto es que la violentó reiteradamente.

Para evitar la vergüenza Artemisia y su padre callaron el hecho contra una promesa de matrimonio. Tassi no cumplió y Orazio lo denunció ante el tribunal papal a Principios de 1612: “Una hija del suplicante ha sido desflorada a la fuerza y conocida carnalmente muchas veces por Agostino Tassi, pintor, amigo íntimo y colega del suplicante”. El proceso, cuyas actas, de gran crudeza, se han conservado, duró siete meses. Artemisia describió detalladamente la violación: “…le arañé la cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mi el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne.” Asimismo fue sometida a exámenes físicos y torturas para verificar sus acusaciones.

El juicio demostró no sólo la violación, sino que Tassi mal pudo prometer matrimonio sinceramente, puesto que estaba casado, aunque había pretendido asesinar a su esposa, recurriendo a unos sicarios.
Tassi fue declarado culpable de estupro, difamación y presentación de testigos falsos. La pena fue leve y antes del año ya estaba de nuevo en Roma y su mal habida fama aumentó el número de sus clientes y encargos, incluida la decoración de varios palacios. De todos modos continuó siendo un malandrín sometido a nuevos procesos en 1619, 1622 y 1630.

Apenas había finalizado el juicio cuando, 29 de noviembre de 1612, Artemisia se casó con Pierantonio Stiattesi, un modesto artista. Una buena dote, sumado a la belleza de la joven y las posibilidades de trabajo que le ofrecía su consagrado suegro, pueden explicar el gesto; difícilmente el amor.

Dos años más tarde Artemisia y Pierantonio se instalaron en Florencia y allí nacieron cuatro hijos y una hija. Salvo Prudencia, los demás morirían tempranamente.

El éxito florentino --fue la primera mujer en ingresar en la Accademia del Disegno—no alcanzó a equilibrar sus finanzas, exhaustas por el exceso de gasto. En 1621, y acompañada solo de su hija Prudencia, se instaló en Nápoles, luego Roma y Venecia. En 1627 tuvo otra hija, con una pareja desconocida. En 1630 volvió a Nápoles, entonces bajo dominio español, por ocho años; entre 1638 y 1642 acompaño a su padre en la corte inglesa de Carlos I de Inglaterra, hasta que regresó definitivamente a Nápoles. Allí encontró trabajos importantes, reconocimiento, riqueza y tranquilidad; allí casó a sus dos hijas, proveyéndolas de una buena dote. Es probable que haya muerto durante la peste de 1656 que se llevó a casi las tres cuartas partes de sus habitantes.

La obra de Artemisia Gentileschi, enmarcada dentro del estilo caravaggista, y trabajando, como todos los artistas de la época por encargo y con los repertorios a la moda, tiene, sin embargo una huella particular que refleja una vida torturada, por un lado, pero al mismo tiempo orgullosa de su temple y sus logros. Entre la cincuentena de obras catalogadas sobresalen las heroínas tan hermosas como fuertes, a las que Artemisia presta su propio rostro y físico. De la historia de Judith que se infiltra en el campamento enemigo de Holofernes y le corta la cabeza –un tema de moda en la época—pintó al menos cuatro versiones. En la más célebre de 1613, apenas sucedido el juicio contra Tassi, Holofernes tiene el rostro del violador. “Esta es una mujer terrible! ¿Una mujer pintó todo esto?”, comentó Roberto Longhi.

De 1620 es Jael y Sísara, un relato tomado del libro de los Jueces en el cual Jael mata –clavándole un clavo en el oído-- a Sísara para salvar a Israel de las tropas de Jabín, rey de Canaán: “Su mano tendió á la estaca, Y su diestra al mazo de trabajadores; Y mató á Sísara, hirió su cabeza, llagó y atravesó sus sienes.” (Juec. 5:26). Otra heroína bíblica, Ester, es la protagonista de “Ester e Asuero” .

Tampoco faltaron las mujeres sometidas a duros trances, extraídas tanto de la mitología greco romana como de la historia: Cleopatra, Danae, o Lucrecia, la patricia romana violada por Sexto Tarquinio. La lujuria y el voyeurismo también forman parte de su repertorio: Susana y los viejos y David y Betsabé, ambas con tres versiones y Lot y sus hijas.
Tampoco faltan las María Magdalena, símbolo de la pecadora redimida, también con tres versiones.

Recién el siglo XX redescubrió a Artemisa. Los historiadores y los museos se interesaron en su obra y fueron, preferentemente, las escritoras que glosaron su historia. Desde que Anna Banti, esposa de Roberto Longhi publicó su novela Artemisia (1947), ha habido otras seis con el mismo asunto; la mayoría escritas en las últimas décadas; también obras de teatro y una película, escrita y dirigida en 1997 por Agnès Merlet. No puedo dar cuenta de las novelas, sí de la película, que es no solo es mala sino que tergiversa la historia y la satura de parlamentos y anacronismos.

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Luciano Álvarez

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