Leoncio y Tristón

SEBASTIÁN DA SILVA

En mi infancia los dibujitos animados eran muy diferentes a los actuales, llorábamos con Heidi, con la búsqueda maternal y el cruce atlántico de Marcos, con las carreras de Meteoro; a lo que se le sumaban las típicas desventuras del Pato Donald y otros clásicos personajes de Disney.

Su competencia, Hanna Barbera, ponía al aire al Lagarto Juancho y a un binomio muy particular compuesto por un león medio ligerito y su acompañante, una hiena que destilaba pesimismo y tristeza. Eran Leoncio y Tristón.

Estos recuerdos me vinieron a la mente este lunes, cuando mirando el informativo observaba la patética elocuencia de la fórmula del Frente Amplio. A medida que pasaron los días más se confirmo que aquellas caras grises y aquella amargura no eran solo producto de la edad de sus integrantes, su estado de salud o la tradicional impostura del Ing. Brovetto, sino que reflejaba con milimétrica precisión la situación generada en el seno del oficialismo: José Mujica fiel a su estilo le aplicó a Danilo Astori en carne propia su máxima de "como te digo una cosa, te digo la otra".

Negoció, acordó, repartió cargos, y hasta redactó un documento para a último momento hacer un viraje de 180 grados y desdecirse en horas, o tal vez en minutos. Un gesto 100 por ciento mujiquista.

La opinión pública descifra inmediatamente lo sucedido: la desconfianza entendible de una parte del frenteamplismo tradicional le exige a la otra ciertas garantías mínimas para comprometerse, justamente por los antecedentes ambiguos de quien resultó el candidato presidencial. No se justifican tres o cuatro reuniones de los máximos delegados de una y otra parte si no existiera desconfianza, susceptibilidad y el recelo que observando los discursos y los resultados eran más que justificados.

El dilema del Frente ahora es la convivencia; cómo se transmite hacia la ciudadanía una armonía inexistente que evite lo que ya la gente percibía y ahora comenta a gritos: Astori puede ser el Cobos de Mujica.

Por lo visto nada nuevo surgirá, intentarán tapar sus diferencias haciendo lo que mejor saben hacer que es intentar dividir a los uruguayos en buenos y malos, confrontando por lo bajo y lo rasante como se ha visto esta semana, para lograr que este ruido tape sus propios y agudos silencios.

La diferencia en esta elección es que la gente ya no les cree más, y mucho menos que son los buenos de la película. Cuando hablan de honestidad piensan en Bengoa, cuando hablan de idoneidad, piensan en Daisy Tourné, cuando hablan de igualdad piensan en el IRPF y cuando hablan de renovación ahora piensan en la imagen del lunes pasado, que suma muy cómodos la friolera de más de doscientos años entre los tres que posaron para la resignada foto.

En 120 días el Uruguay decidirá, entre la opción de propuestas, certezas, renovación y firmeza que representa la fórmula del Partido Nacional, o el eufemismo permanente, la ambigüedad, la suspicacia y la contradicción que representa la fórmula del Frente. Que no fue capaz de acordar ni siquiera que su campaña electoral sería basada en los logros de un Gobierno que tuvo entre sus principales responsables, al frente de ministerios clave, al Sr. Mujica y al Cr. Astori.

Por lo menos, que produzcan una foto donde aparezcan los dos sonrientes.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar