El reciente acto para recordar la muerte del Che en Bolivia sirvió para que diputados del MPP mujiquista evocaran lo que los tupamaros suelen llamar ampulosamente la "toma de Pando". Al oír ese título podría pensarse que en aquel ataque de octubre de 1969 los tupamaros se hicieron dueños de esa ciudad canaria y que la mantuvieron largamente bajo su control, pero no fue así, como lo explicó el periodista Leonardo Haberkorn.
Es otro caso en donde la verdad histórica está deformada por los actores de un atentado que buscan presentarlo como un formidable acto de guerra cuando en realidad fue algo distinto. Lo cierto es que un centenar de tupamaros invadieron una ciudad desprotegida para ocupar durante minutos una comisaría, el cuartelillo de bomberos, la central telefónica y tres bancos, entre ellos el República. De los bancos salió el fruto más tangible de la operación, casi 400.000 dólares en efectivo —una cuantiosa fortuna para la época— de los cuales apenas se recuperó una parte.
Según el relato de los atacantes, la acción fue una operación más de "pertrechamiento y propaganda armada", un sarcasmo cruel si se considera que cinco personas perdieron la vida en esa jornada. Tres de los muertos fueron tupamaros. Otro de los caídos fue un oficial de policía que reprimió el asalto a la comisaría, en tanto que un pacífico ciudadano, Carlos Burgueño, que aguardaba un autobús, fue ultimado en el tiroteo. Una "propaganda" del MLN que costó cinco vidas.
Recogido el botín en los bancos ("pertrechamiento") los asaltantes iniciaron una desbandada caótica en cuyo transcurso la policía detuvo a una veintena de guerrilleros, entre ellos a uno de sus jefes, el extinto exministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro. Los tupamaros, incluido José Mujica, quien también participó en aquella charada sangrienta, reconocieron años después que les faltó coordinación y que abundaron chapucerías tales como las del caso de un tupamaro herido de bala por uno de sus compañeros.
Si bien puede entenderse que en la lógica que los inspiraba en la época los guerrilleros trataran de presentar con tintes heroicos su "toma de Pando", es absurdo que casi medio siglo después pretendan exaltar el episodio como una epopeya digna de convertirse en una efemérides patria. Aún más grave es que gobernantes como el senador Mujica y la vicepresidente Lucía Topolansky hayan participado en esa evocación organizada por el MLN y el MPP.
Un efecto de tales actitudes —en particular la presencia de autoridades nacionales en el homenaje a la "toma de Pando"— es que entre las nuevas generaciones hay quienes creen la historia que cuentan ahora los exguerrilleros. En esa línea están convencidos de que Sendic, Mujica y compañía combatieron la dictadura militar cuando en verdad se alzaron en armas contra la democracia diez años antes del golpe de Estado. Tanta literatura y cuentos pro tupamaros les dificultan entender que cuando llegó la dictadura (que los guerrilleros ayudaron a desencadenar) el MLN-Tupamaros estaba aniquilado.
Lo de Pando no fue una toma, ni una epopeya, ni nada que merezca homenajes con gobernantes presentes. Fue apenas un triste y sangriento episodio que merece caer en el olvido.