Dos meses antes de morir, Jorge Batlle nos lo contó ante testigos. Ernesto Talvi lo había visitado para decirle que pensaba entrar en política y él -ducho en nacer de la nada- le había contestado: “Salga a recorrer el país, visite todo, hable con la gente”.
Talvi le hizo caso. Terminadas las giras -y caído Batlle, en gira precisamente, ¡como un artista!-, el economista se negó a definir si iba a presentarse en las internas del Partido Colorado. Antes de decidir tenían que vencerle los contratos profesionales que le prohibían hacer política activa. Los entusiastas conseguidos, afeitados y sin visitas. Había que esperar.
Electo senador, aceptó ser Canciller. Tras discrepar públicamente con el Presidente Lacalle sobre los oprobios de Maduro, con gesto de ‘todo bien’ renunció de boca al Ministerio para irse a liderar al Partido Colorado. Pero siguió. Como si nada, presentó un plan exterior de largo aliento. El cese quedó sin fecha, aunque el asiento de la Cancillería apareciera mundialmente enclenque. Había que esperar.
Designado el Embajador Bustillo como sucesor, Talvi se fue por portazo, pero no salió en andas rumbo al Senado o a Martínez Trueba 1371, sino a pensar qué iba a resolver. Había que esperar. Tras el retiro íntimo, resolvió irse de todo.
Geométricamente, subió y bajó describiendo una curva simétrica. Diseñó lo que nuestros nietos miran en los dibujitos animados: una parábola que, según explica la geometría euclidiana, cuando se abre hacia arriba -como los brazos simbólicos del monumento a Luis Batlle Berres, en el cruce de Bulevar Artigas con Luis Alberto de Herrera- es porque tiene un parámetro positivo. Y si la parábola se abre hacia abajo, es porque su escala es negativa. (La matemática es moralmente sabia, como enseñaban los pitagóricos y aprendimos en El Hombre que Calculaba).
Naturalmente, se abrió un tendal de análisis sobre las causas -¿se fue porque se peleó con todos o “asqueado” porque le hicieron la vida imposible?- y sobre los efectos ¿se sacude la coalición? ¿Daña o beneficia al Partido Colorado? ¿Quién lo timoneará? Para responder -otra vez- hay que esperar. No importa mucho, porque todo eso es de menú político menor. No sirve para satisfacer los vacíos que hace demasiados años tenemos sin llenar, por haber abandonado la formación de la persona y armar la política sin enseñanza cívica y prédica doctrinaria.
Lo que le pasó al señor Talvi no es solo una anécdota personal, explicada por el Dr. René Laforgue en su “Psicopatología del fracaso”. Tampoco es solo la confirmación de cuánta razón tenía Benedetto Croce cuando condenaba a los que, por “náusea por la política”, soñaban encargarle los negocios públicos a profesionales que supieran de todo… menos de política.
Colectivamente, este revolcón es una nueva prueba de que, en lo que nos queda de nuestra cultura republicana, los nombres no bastan. Esa conclusión es una enseñanza que trasciende el episodio: la parábola geométrica se nos convierte en parábola literaria.
Y en este pueblo que Rodó educó por parábolas, eso grita que no debemos esperar más frustraciones y desgracias, para sacar de su letargo espiritual a un partido que solo ha sabido erguirse cuando ha rescatado los principios que don José Batlle y Ordóñez, mucho más allá de su lema, inculcó a la esencia de la República.