Prácticamente todas las encuestas coinciden en que es probable que el ex presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva gane las elecciones de Brasil mañana domingo, lo que convertiría a la mayor parte de América Latina en una región gobernada por la izquierda.
Si Lula derrota al actual presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, las siete economías más grandes de América Latina (Brasil, México, Argentina, Colombia, Venezuela, Chile y Perú) pronto serán dirigidas por líderes izquierdistas y ultraizquierdistas. Además, varias economías más pequeñas, como Bolivia, Nicaragua y Honduras, también están lideradas por presidentes de izquierda o de extrema izquierda.
Un promedio de encuestas recientes sugiere que Lula ganará las elecciones del domingo con al menos el 45% de los votos, seguido por Bolsonaro con el 33%. Si ningún candidato alcanza el 50% de los votos en esta primera vuelta, las encuestas muestran que lo más probable es que Lula gane una segunda vuelta celebrada el 30 de octubre. Bolsonaro está centrando su campaña en la condena de Lula por cargos de corrupción en 2017. Recibió una sentencia de 12 años, pero había cumplido solo 19 meses en prisión cuando un juez federal ordenó su liberación.
Hay tres razones principales por las que no es probable que una victoria de Lula marque el regreso de un poderoso bloque regional de izquierda como el que dominó la política de América Latina a principios de la década de 2000. En primer lugar, la mayoría de los países gobernados por la izquierda están en graves problemas financieros. Y con la economía de China cayendo rápidamente, ya no pueden esperar que les dé enormes préstamos de rescate a cambio de influencia política.
A diferencia de principios de la década de 2000, cuando los precios de las materias primas en América Latina estaban en niveles récord y el ex líder populista venezolano Hugo Chávez cruzó la región prometiendo construir proyectos de infraestructura masivos, la mayoría de los actuales líderes izquierdistas de la región no tienen fondos para ayudar a sus aliados políticos en el extranjero. Venezuela, rica en petróleo, que antes del régimen de Chávez era uno de los países más ricos de América Latina, se ha convertido en uno de los más pobres de la región. Y la mayoría de los países de la región se enfrentan al aumento de las tasas de interés de Estados Unidos, lo que hace que sus deudas sean más caras de pagar y un debilitamiento de la economía mundial que deprime sus exportaciones de productos básicos.
Luiza Duarte, analista del Instituto Brasil del Wilson Center, en Washington, dice que la última “marea rosa” de la región es muy diferente a las anteriores. “Su contexto internacional es diferente, y los actuales líderes izquierdistas tienen muchas más diferencias entre ellos que en la década de 2000”, me dijo.
De hecho, el nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric, ha denunciado públicamente los abusos contra los derechos humanos en Venezuela. Y varios líderes izquierdistas latinoamericanos, además de Boric, han votado para condenar la dictadura de Nicaragua en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
En segundo lugar, la mayoría de los líderes izquierdistas de la región tienen bajas tasas de popularidad y crecientes problemas internos que exigirán su atención casi total.
El chileno Boric ha visto caer su tasa de popularidad del 56% cuando fue elegido en diciembre al 33% ahora. Recientemente perdió un referéndum nacional clave sobre una nueva constitución. El presidente de Perú, Pedro Castillo, enfrenta varias investigaciones de corrupción, y su tasa de popularidad está por debajo del 25%. La popularidad del presidente populista-izquierdista de Argentina, Alberto Fernández, está por debajo del 20%.
En tercer lugar, habrá elecciones presidenciales en Argentina en 2023, y la oposición de centro derecha tiene buenas posibilidades de ganar. Y aunque el presidente populista-izquierdista de México, Andrés Manuel López Obrador, y su partido Morena siguen siendo populares, la oposición mexicana actualmente fracturada aún podría unirse detrás de un candidato común con la oportunidad de ganar las elecciones de 2024.
Sin duda, si Lula gana en Brasil, lo más probable es que intente revivir Unasur, el bloque de países de izquierda de América del Sur que surgió en la década de 2000 para reemplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA), con sede en Washington. A diferencia de la OEA, Unasur no incluye a Estados Unidos ni a Canadá.
Lula probablemente elegiría a su ex ministro de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, como su principal asesor de política exterior y adoptaría un enfoque de política exterior más proactivo que Bolsonaro. Aún así, un nuevo gobierno de Lula tendría un congreso más centrista que durante su presidencia de 2003-2010, lo que podría afectar sus políticas.
“A Bolsonaro no le importa mucho la política exterior”, me dijo Thiago de Aragao, analista de riesgo político de Arko Advice. “Lula sería más un activista”.
Si las encuestas son correctas y Lula gana, podemos esperar que la región se desplace más a la izquierda. Pero probablemente no veríamos un bloque izquierdista fuerte, unido y poderoso.