Este gobierno ha decidido encarar en serio la enfermedad terminal que padece nuestro sistema jubilatorio. El Presidente Lacalle Pou concurrió personalmente a la sede del Frente Amplio para entregar el texto que irá al Parlamento.
No fue con la esperanza de que el Frente cambiara la postura que ya adelantó: fue porque el Uruguay es así, sobre ese tipo de actitudes está fundado este país.
El Partido Nacional, como cabeza de la coalición de gobierno, tiene que comprender y luego transmitir (convertir en relato) lo que está por detrás y es elemento esencial de todo esto, a saber: este gobierno no gambetea entre los problemas sino que los enfrenta; gobierno que no dice: este problema es gravísimo (como dijeron los gobiernos anteriores) y deja correr. Al contrario; dice: yo hago frente, topo el problema, voy para adelante, no me quedo en la retórica. Y, sobre todo, uruguayos: no rehúyo las responsabilidades. Si los blancos no saben hacer valer hoy este discurso no han entendido de qué se trata.
El Frente Amplio, a la par de muchos periodistas, especulan sobre el costo político y le dan vueltas, por arriba y por abajo, un día sí y otro también. Ese enfoque se ha convertido en alimento de especulación y conjetura: índice de una mentalidad y de una época con olor a viejo.
Todo el mundo -gobierno, oposición y público en general- está convencido que la reforma del sistema jubilatorio es una necesidad ineludible e impostergable. Es una cuestión aritmética simple. Hasta ahora todos han tratado de esquivar el bulto y que lo haga otro. Este gobierno tomó la decisión de hacer la reforma: convocó una comisión de entendidos y la integró con representantes de todos los partidos políticos para que nadie pudiese decir: yo no fui convocado, no tengo nada que ver.
El Frente Amplio no aportó nada sustantivo y se mantiene en la línea en que está desde las elecciones: en contra de todo como autodefinición partidaria. El Pit-Cnt marcó su discrepancia antes de la lectura.
La gran noticia, la diferencia sobre lo que pasó en los gobiernos anteriores, es que este gobierno no le sacó el culo a la jeringa. Ni en este tema, ni en la reforma de la educación, ni en la reforma del Estado, ni en las ocupaciones de los lugares de trabajo. Ahí está el cambio sustancial para el Uruguay: es un cambio de Uruguay.
Y si esto está cambiando -como es muy posible que lo esté- el costo político lo van a pagar aquellos que están especulando con los costos, que han vivido paralizados por los costos políticos.
“Este gobierno no gambetea entre los problemas, sino que los enfrenta. Dice: voy para adelante”.
Como siempre pasa con los cambios, hay actores políticos que se dan cuenta de su sentido y otros que no. Algunos van a querer intervenir en la discusión parlamentaria del proyecto sumergiéndose (y sumergiendo la discusión) en el pelo del huevo, en el artículo tal o el artículo cual. Naturalmente habrá que estudiar el tema y pulirlo en la discusión parlamentaria. Pero lo que no hay que hacer, lo que sería lamentable, es encarar la discusión sin haber entendido el fondo del asunto. El fondo-fondo: aquello que está en juego que no es solo el sistema jubilatorio: es el rechazo de la astenia nacional, de la procrastinación como política permanente, es el dejar de justificar y legitimar al país postergador.
Todo eso es lo que está en discusión. La política del Partido Nacional y su discurso versan hoy sobre la gran reforma: la de fondo.