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Una cultura de paz

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JUAN MIGUEL GONZÁLEZ BIBOLINI
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Hay quienes sostienen que el Mercosur es un proceso esencialmente económico centrado en la integración comercial.

Hay otros que ponen el acento en la idea de un proceso de integración de los Estados y sus intereses geopolíticos. Y una tercera dimensión que se refiere a la integración ciudadana, que se centra en las personas y el desarrollo de un sistema de convivencia. Esta tercera premisa, quizás la menos visibilizada, es probablemente la que exprese de forma más contundente lo que ha sido el esfuerzo de construcción de una cultura de paz y de derechos en los países del Cono Sur durante las últimas tres décadas.

Una fuente de inspiración para el desarrollo del Mercosur sin lugar a dudas fue la Unión Europea. En Europa, el primer objetivo de la integración tuvo que ver con asegurar la paz. El trauma de dos guerras mundiales, era el telón de fondo de una conciencia común de lo que no se podía repetir. Sin embargo, el requisito para garantizar la paz era resolver las disputas por los recursos económicos donde Alemania y Francia reclamaban las zonas del Ruhr y del Sarre, que se encontraban bajo administración norteamericana luego de la segunda guerra. La Comunidad Europea del Carbón y del Acero fue la solución que formularon Adenauer y De Gaulle, junto con los países del Benelux (Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos) y la base de lo que tiempo después sería la Unión Europea, constituida con la firma del Tratado de Maastricht en 1993.

En nuestro caso, el trauma a superar eran las hipótesis de conflicto en el Cono Sur, potenciadas por las dictaduras militares en el contexto de la Guerra Fría. Las disputas geopolíticas entre gobiernos de igual origen empezaron a ser abordadas, a través de las propuestas que encontraron Alfonsín y Sarney, las que fueron plasmadas en la Declaración de Foz de Iguazú (1985) y en el Acta de Integración Argentina-Brasileña (1986), esta última creó el programa de Intercambio y Cooperación Económica entre ambos países. Tiempo después se firmaría el Tratado de Asunción dando origen al Mercosur (1991).

En el devenir de este proceso hemos construido una dimensión de la integración de las personas. La condición de “nacionalidad del Mercosur” contemplada en los acuerdos migratorios es un avance sustantivo que deberá verse reforzado en el marco del futuro Estatuto de Ciudadanía del Mercosur, que consolida una perspectiva de derechos como se analizó la semana pasada en Montevideo.

Por lo tanto, Mercosur es un proceso multidimensional que no es solamente económico, ni solamente geopolítico, ni solamente social, es una construcción compleja de una solución integral al desafío de la convivencia en el Cono Sur Sudamericano. Confundir los principios con los objetivos, instrumentos y resultados sería un error. No tener conciencia de lo que está en juego sería un error aún mayor.

Desde el Instituto de Políticas Públicas de Derechos Humanos del Mercosur hemos promovido políticas con enfoque en derechos humanos y cumpliremos el año próximo diez años. Un momento oportuno para reflexionar sobre lo logrado y los desafíos del futuro en la región. Por eso hemos decidido conmemorar con la frase “Compromiso con el futuro compartido”, seguros de la necesidad de redoblar los esfuerzos para que nuestras sociedades sigan integradas en un espacio de convivencia con paz y derechos.

Secretario Ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del Mercosur

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