El 13 de junio de 2020, cuando habían pasado tres meses y medio de la asunción de Lacalle Pou como presidente de la República, un hombre de 53 años fue hallado muerto de hipotermia en el Paso Molino. Dos días después, un tuit de tono virulento hacia el gobierno aparecía en la red Twitter. Decía que esas muertes eran “Homicidios del capitalismo en coautoría con un gobierno que está desmantelando el servicio de calle mientras se preocupan por el cafecito”. El autor del trino era el entonces edil de la Junta Departamental de Montevideo por la lista 90 del Partido Socialista, Nicolás Lasa, que además es psicólogo, activista por los derechos LGTBQ y este año presidió el jurado del Carnaval.
Cinco años y dos días más tarde, el 15 de junio de 2025, la escupida tuitera de Lasa, le cayó en la cabeza.
Le explico por qué. Nicolás, que supo brillar en la televisión cuando participó amasando bizcochos en el concurso Bake Off Uruguay, es ahora el director Nacional de Desarrollo Social en el Mides, nombrado por el presidente Yamandú Orsi. En lo que va de su gestión, ya fallecieron 7 personas en situación de calle. Más del doble de los muertos durante el mismo período en el gobierno anterior.
¿Debemos pensar, siguiendo la lógica de Lasa, que esas siete muertes son “homicidios del socialismo en coautoría con un gobierno desnorteado, mientras se preocupan por el vestuario de los murguistas y el relleno de una masita seca”?
Si el lector así lo cree pero quiere evitar un papelón como el que protagonizó Lasa, no lo exprese en sus redes. Además, no parece necesario desgastarse tratando de golpear al adversario cuando este se pega a sí mismo, y de forma tan torpe. Nadie es más eficiente que uno mismo en la tarea de destruir la propia credibilidad.
Pero el director tiene la espalda cubierta. Su jefe lo protege con declaraciones a la prensa que hacen olvidar cualquier disparate previo.
El lunes, el ministro de Desarrollo Social, Gonzalo Civila, aseguró que los fallecidos eran personas “con años de permanencia en la calle y por ende con su salud muy afectada”. El mismo Civila que en 2020, ante la muerte que Lasa calificó como “homicidio del capitalismo”, había declarado que la internación compulsiva era “una situación de violencia muy grande sobre las personas que están en una situación de descarte”. Una medida que, no obstante lo dicho, el lunes ordenó, probablemente tras comprender, tarde, que no existe violencia mayor que morir de frío tirado en una vereda.
Desde el Mides -donde sus jerarcas redujeron la jornada laboral a muchos de sus funcionarios de 8 a 6 horas, en plena temporada crítica- miran incrédulos cómo, madrugada tras madrugada, un nuevo muerto les complica la existencia. Pero también con la tranquilidad ideológica de que todos han partido con la dignidad intacta, sin que ningún milico les haya puesto las manos encima ni les haya ordenado, a empujones, lo que debían hacer.
Mientras tanto, desde el llano, los ciudadanos de a pie resistimos el cinismo de unos gobernantes de utilería, que insisten en vendernos fantasías: que la gente en la calle muere por enfermedades preexistentes o asesinada por acción del aporofóbico capitalismo. Y no por frío, miseria, o inoperancia estatal.