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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Concluyó la COP 27 sobre el cambio climático en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij. Dejó un sabor amargo.

El más reputado sector científico ya corrigió la meta establecida en el Acuerdo de Paris (2015) de que el incremento de la temperatura global del planeta debía estar debajo de 2ºC de los niveles de carbono en la atmósfera tomando como referencia la época preindustrial. Subrayó con mucho énfasis que no se deberá rebasar 1.5ºC; de lo contrario las consecuencias serán muy graves. Todavía hay sectores que minimizan estos anuncios, tildándolos de alarmistas y fatalistas. Pero el comportamiento climático en todas las latitudes desde hace un tiempo va corroborando esos augurios.

Los expertos alertan que la distancia entre dónde estamos y dónde deberíamos estar es mayor que nunca en materia de emisiones de gases invernadero.

La mayoría de las naciones llegaron a la conferencia con expectativas ciertas de: aumentar la ambición en los planes de mitigación climática; de adaptación a los cambios; y también en la financiación más generosa y eficaz para lograr esas transformaciones, especialmente dirigida a los países con menor grado de desarrollo y disponibilidad económica -que son además los que menos contribuyen en la generación del problema. Estos temas claves quedaron relegados.

Desde luego hay que considerar que, más allá de los conocidos juegos de intereses que está operando desde hace mucho tiempo y de manera muy evidente, no se llegó a esta COP en las mejores condiciones para negociar acuerdos importantes, tomando en cuenta la ocurrencia de dos inesperados acontecimientos de alto impacto que afectaron de distintas maneras.

Nos referimos a la pandemia del COVID-19 y a la canallesca invasión rusa a Ucrania. Crisis energética, suba de precios, afectación de la oferta mundial de alimentos, asignación inesperada de cuantiosos recursos económicos para enfrentar ambos contingentes, son algunos de los efectos que sacudieron la agenda climática. Porque, a fin de cuentas, el dinero y la geopolítica siguen siendo las principales variables de las negociaciones. La pregunta clave sigue siendo “cómo lograrlo” y no “por qué hay que hacerlo”.

Sin embargo en Sharim el Sheij no se abordaron las dos principales causas de los impactos del cambio climático: 1) La destrucción de los ecosistemas y los biomas. 2) El uso de los combustibles fósiles. Algo tan básico y conocido solo quedó reflejado en un endurecimiento del llamado a la eliminación progresiva del carbón realizado el año pasado en la COP de Glasgow. Tampoco se discutió un aspecto muy relevante: reducir y eliminar los subsidios a los combustibles fósiles por parte de los estados.

¿Qué se logró? La aprobación del nuevo Fondo de Pérdidas y Daños, una vieja aspiración de los países más vulnerables. Es el primer fondo destinado a costear los impactos climáticos. Los países altamente industrializados pagarán a los menos que experimenten consecuencias directas, por daños sufridos y pérdidas -tanto económicas como no económicas (viviendas, tierras, negocios, pérdidas humanas, sitios culturales o de biodiversidad).

A pesar de la gravedad de los desafíos, seguimos a marcha lenta.

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