Grande contra chico

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juan oribe stemmer
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No hace mucho, un presidente uruguayo proclamó a los cuatro vientos que la política está por encima del Derecho. Lo hizo para justificar la participación de nuestro país en una nueva Triple Alianza para neutralizar el Paraguay y conseguir que Venezuela se incorporase al Mercosur. 

Las consecuencias de ese derroche de sabiduría las tenemos a la vista. Hace unos días, se afirmó que el principio de no intervención era un principio arcaico del derecho internacional. No es así. Es un principio vigente, con las limitaciones previstas en la Carta de las Naciones Unidas, y debemos protegerlo. Porque, otra vez, las grandes potencias tienen el poder material para imponer, directa o indirectamente, sus intereses. Los países relativamente más pequeños, como Uruguay, solamente tienen el poder de la razón y el Derecho.

Ahora el mundo se enfrenta ante una demostración de lo que sucede cuando una potencia, la Federación Rusa, tira por la borda aquel principio y busca imponer su voluntad sobre un vecino más pequeño, Ucrania.

Es cierto que Rusia, un país de grandes jugadores de ajedrez, ha envuelto su estrategia imperialista en una nube de declaraciones, propaganda, desinformación y ciberguerra. Claro, se podrá sostener que Rusia tiene derecho a realizar maniobras en su territorio. Algo comprensible porque, después de todo, es un país tan pequeño que no encuentra otro lugar menos irritante para desplegar sus más de cien mil soldados, con sus equipos, hospitales y demás elementos. A ello se suma la presencia, se estima, de unos 45.000 soldados rusos en Bielorrusia -otro gobierno autoritario- vecina de Ucrania y con fronteras con Polonia. Letonia y Lituania.

Rusia cometió actos de agresión contra Ucrania en forma directa o a través de intermediarios: anexó partes importantes de su territorio (Crimea, 2014) y apoya a los separatistas en las dos “oblasts” o regiones ucranianas limítrofes de Donetsk y Luhansk. La semana pasada la Duma (la cámara baja de la Asamblea Federal de Rusia) reveló el juego cuando pidió al presidente Putin que reconozca la independencia de estas dos regiones. ¿Un paso previo a la anexión de jure?

El abusador denuncia que se siente amenazado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cerca de sus fronteras (una conducta típica). Pero la OTAN es una alianza defensiva y los gobiernos europeos no tienen el más mínimo interés en agredir a Rusia. Más bien están interesados en hacer buenos negocios con ella. Como sucede con Alemania que compra una parte sustancial de su gas natural y otros hidrocarburos a Rusia. Ahora los alemanes se encuentran con que dependen demasiado de Rusia. Toda una lección de realismo político.

Otro lamento de Moscú es que tantos países que se encontraban dentro de la esfera soviética y formaban parte del Tratado de Varsovia (por supuesto, en ejercicio de su libre voluntad), tan pronto cayó la URSS, se abalanzaron a ampararse bajo el manto de la OTAN.

Los hechos demuestran porque tomaron esa decisión.

Las relaciones internacionales, como sucede con la conducta de las personas, se fundan en el ejemplo de las grandes potencias. Defender el principio de no intervención y la soberanía e integridad territorial de Ucrania -el país agredido- es una forma de proteger nuestra propia soberanía.

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