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Google, Ceibal, Jubilar

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Nadie que entienda un poco de qué va el mundo y cómo está la educación en el país, puede estar en contra de la universalización de las aplicaciones de Google para el Plan Ceibal. No hay mayor urgencia nacional que dar mejores herramientas de conocimiento a los jóvenes.

Nadie que entienda un poco de qué va el mundo y cómo está la educación en el país, puede estar en contra de la universalización de las aplicaciones de Google para el Plan Ceibal. No hay mayor urgencia nacional que dar mejores herramientas de conocimiento a los jóvenes.

Lo muestran, por ejemplo, los resultados de las Pruebas PISA 2012: uno de cada dos adolescentes de 15 años, dentro del universo de los que todavía asisten a centros de enseñanza, no alcanza los niveles mínimos de lectura. O sea: no entienden lo que leen.

El futuro del país se nos va de las manos si no cambiamos esta realidad. Para ello, el plan Ceibal es una maravilla. Y las aplicaciones Google son probadamente excelentes. Por supuesto, no alcanzan. Pero el plan logró universalizar el uso de computadoras, y las aplicaciones permiten familiarizarse con las herramientas de trabajo de este siglo. Aseguran equidad y dan posibilidades de aprendizajes nuevos, sobre todo a los que menos tienen.

Pero aparecieron los gerontes de izquierda de la decrépita universidad pública. La indignación lleva fácilmente a señalar que sus miserables argumentos son aldeanos, infantiles, interesados, corporativos, medrosos, engañosos, burdos, falsos, torpes, delirantes y ri-dículos. Sin embargo, con ellos, increíblemente, lograron frenar el acuerdo. Presentarán, con demoras, una alternativa que defienda sus curritos públicos tras sus deleznables consignas de Guerra Fría.

Nadie que sepa un poco cómo está la enseñanza secundaria que reciben los jóvenes urbanos de los barrios populares puede estar en contra de los liceos públicos de gestión privada, cuyo mejor ejemplo es el Jubilar en Casavalle. En las pruebas de lectura PISA 2012, el 70% de los adolescentes que integran la población de bajos ingresos no alcanzó los niveles mínimos de exigencia. Además, en ese estrato social, solo el 20% de los estudiantes termina secundaria. Por supuesto, 4 o 5 liceos como el Jubilar no alcanzan. Son solamente una pequeña luz en el túnel de la desidia pública nacional que no ha hecho nada, absolutamente nada, para cambiar esta miserable realidad.

Pero aparecieron los tupamaros de escritorio a emprenderla contra las exoneraciones tributarias de las donaciones privadas a estos liceos. No importa que ellas sean una gota en el océano de los ingresos estatales. No importa que ellos hayan surgido como respuesta social a la incompetencia y desidia del gobierno de la educación de esta década de izquierda en el poder. A los tupamaros de escritorio y, en general, a sus compañeros del comité de base que recitan como un mantra las enseñanzas del capítulo “opio de los pueblos” , del pequeño manual ilustrado del marxista criollo, y creen que por ello que son más y mejor izquierda, lo que les importa es dar estas batallas de principios. Hurgue: ninguno de sus hijos acude a liceos de barrios populares. Lea bien el manualcito: a la izquierda caviar nada le impide que sus hijos estudien en algún liceo jesuita privado o en liceos de elite como el Francés.

Un país que quiera avanzar puede convivir con las miserias ideológicas de Simon o de Passada. El asunto es cuando esas miserias logran sus objetivos. Como siempre, el problema no es del chancho sino de quien le rasca el lomo. Vázquez, Mujica y Astori son los líderes. ¿Van a permitir que triunfen estos argumentos vetustos, medrosos y mediocres? Basta ya, por favor.

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Francisco Faig

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