Francisco Solano López

El Mariscal Francisco Solano López fue, en su trayecto vital, un defensor acérrimo de las soberanías de las patrias. A su reciedumbre de soldado agregó la fineza de un trato personal que lo elevó a primera figura en los salones parisinos.

En este nuevo aniversario del sacrificio de Cerro Corá, aquel 1º de marzo de 1870, se evoca la figura de López, con la unción a una personalidad americana que entregó su vida "para que la patria viviera".

A la muerte de su ilustre padre, don Carlos Antonio López, fue elegido para sucederlo en la Presidencia de la República del Paraguay. Don Carlos Antonio había impulsado el progreso del país a niveles extraordinarios para la época y para la región, legándole una herencia de principios, ideales y realizaciones que el Mariscal supo custodiar con su avasallante personalidad, su coraje y un vigor verdaderamente infranqueable.

Lo sagrado de la soberanía, la inmutabilidad de la libertad como bien supremo del hombre y de la nación, la libre determinación de los pueblos en la elección de su destino, la igualdad en la dignidad, el decoro y el respeto de la nación fuera ella grande o pequeña, fueron algunos de los muchos valores que cultivó en vida pública no teniendo reparos en poner, cuando así las circunstancias obligaban, su espada al servicio de fines tan grandes.

Su drama, su holocausto, había tenido origen que bien puede ubicarse en abril de 1863 cuando la invasión de Flores en Uruguay, durante el gobierno constitucional de Bernardo Prudencio Berro continuado por Atanasio C. Aguirre. La sucesión de muertes avanzó, dejando regueros de sangre que se consolidaron sombríamente sobre Paysandú, cobrando la vida de otro enorme americano, defensor de la soberanía, como lo fue Leandro Gómez.

El holocausto de Paysandú en 1865, animará a la formación —diríamos "oficial"— de la triple alianza. Y fuerzas brasileñas, argentinas y uruguayas dirigirán sus pasos a conquistar al "demasiado adelantado" que era el Paraguay de López.

La intención de los principales de la Triple Alianza era tomar rápidamente a la nación guaraní en apenas dos o tres semanas como lo habían anunciado. La caída de Paysandú y la muerte de Leandro Gómez hizo creer a los invasores que aquello sería una fácil batalla. Se equivocaron y en grande. Porque la guerra contra el Paraguay se extendió durante largos y penosos cinco años en los que el coraje y la bravura sin par de López y sus paraguayos fue evitando el derrumbe a costa de la pérdida de un pueblo que se inmoló en defensa de su soberanía y que encontró respuesta noble y generosa para rehacerse en el vientre de la aguerrida mujer paraguaya.

Cuando se inauguró el monumento ecuestre de López en Montevideo, frente al Río de la Plata, Héctor Payssé Reyes, aquel formidable orador nacionalista, en discurso memorable lo definió en una frase que encierra en brillante síntesis una ajustada definición del Mariscal: "En vuestra vida y en vuestra muerte, palpita el alma del Paraguay".

Tanto López como Gómez han vencido en el tiempo a sus vencedores ocasionales. Porque la historia recoge el principismo de estos hombres notables, unidos por el mismo ideal y con ambas vidas entregadas en defensa de la soberanía de sus patrias.

Y los uruguayos no podemos olvidar ambos holocaustos como tampoco la palabra empeñada por López de que "quien tocara a la tierra oriental, hería al Paraguay".

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