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Fracasar con éxito

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tomás linn
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Fracasé con total éxito”, dijo Javier García, ministro de Defensa, al contar que había intentado convencer a algunos ediles montevideanos que lo del juicio político a la Intendenta Carolina Cosse merecía, por lo menos ser evaluado con cuidado antes de tomar una decisión.

Los ediles no escucharon los consejos y ahora terminaron ellos en el centro de una tormenta. Ellos, no Carolina Cosse.

La política es una actividad que requiere vocación (es mucho más sacrificada de lo que la gente imagina) y condiciones personales. Se crece en ella con la experiencia.

Hasta ahora, nadie se ha preguntado si un político debía ser formado específicamente en ese terreno. Se confiaba que con su talento alcanzaba.

Hasta ahora.

En los últimos tiempos se está haciendo evidente que sería bueno que algunos de ellos, si no tienen una formación específica, al menos reciban buenos consejos y sabia orientación de su partido para que cada acción emprendida sea eficaz.

El episodio del pedido de juicio político a Cosse lo demuestra. Los “veteranos” (García, Botana, Argimón) se dieron cuenta, tarde al no estar sobre aviso, que se trataba de un operativo torpe, que no llevaría a buen puerto ni daría el resultado esperado. Peor aún, no daría ningún resultado.

Un político debe tener objetivos claros y además, debe ser perspicaz en como recorrer el camino necesario, siempre dentro de las reglas de juego, para lograr esos objetivos. No puede actuar con airada reacción sin calibrar el efecto de ese enojo, por justificado que sea.

El Partido Nacional tiene un problema en sus niveles iniciales de política. Tanto ediles (al menos los capitalinos) como diputados están actuando con reflejos muy primarios y básicos, que no dan buena imagen de ellos ni tampoco del partido que representan.

Es verdad que en el Parlamento deben defender a un gobierno de coalición constantemente acosado por un Frente Amplio que no da tregua y que además también argumenta con un rampante infantilismo. Pero para afrontar ese acoso constante, es necesario responder con frialdad, inteligencia y eficacia. No se puede andar a los manotazos, a ciegas.

Por cierto, no es al único partido que tiene este problema. La representación frentista en la cámara baja es igual (o peor) en su elementalismo. Con un agravante: arriba hay poca cosa más. A diferencia de los diputados nacionalistas, los diputados frentistas son (con excepción de algún intendente) la primera línea de exposición. Y vaya si se nota. Tienen mucha visibilidad, pero despliegan rigidez ideológica, escasa cintura política y nula capacidad estratégica. A no ser que acosar al gobierno en forma continua y sin argumentos, lo llamen “estrategia”.

La situación del Partido Nacional es distinta porque se da a raíz de los movimientos realizados cuando asumió el gobierno. Varias de sus principales figuras en el Senado pasaron a integrar el gabinete otorgándole al presidente un equipo de políticos de fuste, alguno incluso con un no explícito pero claro perfil presidenciable. Eso llevó a que las bancas que dejaron se cubrieran con sus suplentes, que estaban en la cámara baja, que a su vez debió recurrir a suplentes que quizás nunca habían pensado que terminarían ocupando esos escaños, ni se habían preparado para ello.

En el caso de los ediles, por lo general suelen ser figuras con influencia barrial o regional, con llegada a sus vecinos, con experiencia de trabajo comunitario, pero no siempre duchos en el juego sutil de la política.

Si el Partido Nacional quiere seguir liderando la coalición y con ella volver a ganar en 2024, debe preparar bien a sus dirigentes, desde el más encumbrado hasta el último de la última lista.

Enfrenta a un adversario que pega mal, pero fuerte y cuyo objetivo parece ser el de encontrar tres excusas por semana para criticar. Cualquier cosa le viene bien y a veces es tan burdo que satura a la población. Pero aún así los golpes siguen siendo fuertes. Duelen y horadan.

Entrar en la misma lógica no sirve. El golpe a cambio del golpe recibido aburre, fastidia y no genera adhesiones. Tampoco muestra cuales son las convicciones y las causas que movilizan al partido y que justificaría la adhesión ciudadana. Es verdad que el adversario pega fuerte, pero responder con más fuerza aún, no es razón suficiente para convencer al electorado.

Con estas actitudes de dar el golpe contra el golpe recibido, se generan desalineamientos internos absurdos e inesperados: unos van para un lado, los demás para otro. Es de por sí difícil coordinar el trabajo de una coalición tan abierta, como para además mantener en sintonía estratégica al propio partido. Más cuando se ejerce el gobierno.

En la medida que es el socio más grande de la coalición, el Partido Nacional es quien tiene mayores responsabilidades. Debe pues tener claras sus prioridades y preparados a sus políticos.

Lo de “fracasar con éxito” será una expresión elegante e ingeniosa para salir del paso en esta situación, pero si aparece una segunda vez, ya no será graciosa.

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