Fachismo

Para el diccionario de la Real Academia Española "fascista" es alguien "excesivamente autoritario".

En este país todos los demócratas hemos sido tildados alguna vez de "fachistas" por los marxistas-leninistas, los socialistas, los comunistas, los tupamaros e istas de la más diversa prosapia.

Somos de los que creemos en las instituciones "formales", al tiempo que desde las tribunas universitarias y las barricadas sindicales, nos han explicado que los modelos alternativos son la vieja y nostálgicamente recordada Unión Soviética, sus satélites, la Cuba de Castro, Corea del Norte y la China continental de ayer. Hoy, la última, lanzada al liberalismo económico y aparentemente —hay datos que lo indican— a un liberalismo político de acontecer próximo.

Este inventario de totalitarismo y ejercicio arbitrario del poder supuestamente representa una situación política económica y social mejor que la realidad uruguaya.

El Partido Nacional, al que pertenezco, representa una conducta única en términos históricos.

Las revoluciones de Saravia —dentro de esta línea de pensamiento— no se hicieron para apropiarse del poder, sino para conseguir libertades e igualdad política para todos.

El nacionalismo uruguayo heredero de la gesta artiguista contribuyó, incluso con esfuerzo mártir, a hacer letra viva del actual artículo 7 de la Constitución en cuanto reza que "los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad" y que nadie "puede ser privado de estos derechos sino conforme a las leyes que se establecieren por razones de interés general".

Igualmente —en un país de inmigrantes— las fuerzas políticas históricas hicieron de la libertad de pensamiento, de información, de asociación, de reunión y de cultos —entre otras— numen esencial de su comportamiento contemporáneo.

Esto es válido para los partidos tradicionales, de ideas y de actuación. No ocurre lo mismo con la mayoría de las fuerzas aglutinadas en el Frente Amplio por "ismos" varios mancomunados en una inspiración totalitaria.

Mucha gente por circunstancias de la vida se enrola a este partido de la protesta porque las cosas no le ruedan bien. Actúan por resentimiento, lo que no es aconsejable aunque sí comprensible.

Otros se integran a la dirigencia de la confrontación para defender privilegios y posiciones burocráticas. Lucrando con el resentimiento, promoviendo conductas autoritarias.

Así, las cosas, me resulta gracioso —a partir de una generosa dosis del sentido del humor— ver en los medios por estos días, a la camarada de la hoz y el martillo, senadora Arismendi, y al Ing. Brovetto, ex rector de la Universidad de la República, diciendo que la divulgación de la ley de Ancap por dicho ente y el Estado es una violación de la democracia, porque se hace publicidad con el dinero de todos.

Vale recordar a Arismendi y al Ing. Brovetto, que nadie como la Universidad de la República ha sido, desde que uno se conoce, comité de base y tatucera revolucionaria. Financiada con la plata de todos y gobernada por minorías activas, que han sido paradigma del fachismo y la disolución.

Estos fachistas no lo entienden, pero cabe agradecer a las autoridades hayan divulgado el texto de una ley impecable y necesaria, al que sólo demagogos y electoralistas quieren derogar. El pueblo informado y agradecido.

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