¡Éramos pocos y...!

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RICARDO REILLY SALAVERRI
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La agitación sindical usa secularmente la misma estrategia agazapada tras falsos estandartes de reivindicación. Quiere mantener un estado de ánimo colectivo de protesta y frustración, exacerbando las dificultades sociales. Espera capitalizarlo en las próximas elecciones nacionales.

El pataleo no da tregua (hay que justificar la licencia gremial). No sabe de pandemia, ni Ucrania. Desorbitados ante cámaras, flashes y micrófonos, los Pereira, Abdala, Bergara y ainda mais desparraman lágrimas de cocodrilo. Al tiempo que el país está mejor que cuando lo entregó el Frente Amplio, lo que está acreditado por estadísticas de técnica recibida planetariamente (crecimiento económico, empleo superior a los niveles pre-pandemia, salarios que acrecen su poder adquisitivo, y -abreviando- el impulso de la agropecuaria y la agroindustria marchando a paso redoblado). Pero… el actual “Frente Sindical” electoral con sus iracundos agitadores profesionales a la cabeza, reemplazante del viejo Frente que encabezara Líber Seregni, no cesa de sembrar derrotismo con el ojo puesto en la conquista del poder.

El absurdo conflicto del “rompantodo” en Conaprole se da en una cooperativa que es orgullo nacional y tiene existencia permanente. Que mantiene empleos seguros y que según su tabla de categorías paga retribuciones promediales elevadas en el medio nacional. Superan lo que sacan muchos tamberos con su sacrificio cotidiano. Y: ¿por qué el sindicato de fábrica está dedicado a una huelga salvaje, ilícita, con daños intencionales que exceden al abandono legalmente aceptable de tareas?

Porque no quieren firmar una “cláusula de paz” acorde a los beneficios del último convenio pactado. Que implica no harán huelgas durante su vigencia. Pudiendo siempre reclamar por medio de la conciliación y el arbitraje. Única explicación lógica: quieren manos libres para parar con sus pares sindicales por lo que sea a medida que las próximas elecciones se acerquen. Evidencian el odio de los agitadores urbanos ideológicos, organizados y militantes contra el interior y el campo.

El delirio del paro es contagioso. Nuestra mesa futbolera semanal de veteranos amiga días atrás se indignó. Sin decir agua va la mesa directiva de la Mutual de Futbolistas Profesionales nos dejó un fin de semana sin campeonato oficial. ¿Por qué? Parece que un pequeño y respetable club barrial -Villa Española- fue transformado por su Directiva -según la noticia- en un cómite de base del “Frente Sindical”, embanderando incluso a los jugadores con carteles y consignas. Otra parte de los socios estaban en desacuerdo creyendo que el deporte no es política. En un “no aclares que oscurece” llegó el camarada Andrade y se instaló a acompañar a la tribuna del cómite de base. Suficiente. Está todo dicho. ¿Por qué no se hizo denuncia policial y punto?

Así las cosas no puede sorprender a nadie la aparición en la Feria judicial del juez suplente Alejandro Recarey. Ante una acción de amparo dictó un fallo con notorios errores de procedimiento y contenido, hoy sometido a apelación. Impidió a los padres vacunar a sus hijos menores de 13 años contra el Covid. En un país de vacunación libre. Nos eximimos de repetir detalles de algo que todos ya conocen. Despertó la repulsa unánime de nuestra sociedad, incluidos los “todos y todas” contras, y movió el piso a las más altas cumbres sanitarias continentales, mundiales y espaciales. “¡Éramos pocos en casa! y …”

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