Epopeya por couplet

Nuestro país ha cosechado en los años del anterior gobierno un prestigio internacional importante. La base de un prestigio internacional puede ser variada y por diferentes conceptos. En el caso de Uruguay ese prestigio -que no fue sorpresa: hay antecedentes- se basó en lo que en algunos ambientes se llama país serio y en otros país predecible. Yo prefiero describirlo como país que no perdió la cabeza ante la dificultad, que no hipotecó su libertad ante la tormenta.

Con ese recuerdo aún fresco en la memoria uno hace una pausa para observar lo que acontece estos días por acá y la conclusión es el pasmo. Hay un solo tema que el gobierno está trabajando seriamente junto con la oposición: la Caja Profesional. Paralelamente a eso, día por medio, estalla algo. Literalmente estalla, porque es de mucho estruendo, pero de relativa importancia para el país en su conjunto.

Elijo algunos ejemplos. Un día el estallido es la compra de una estancia en Florida por el Instituto de Colonización y por un precio de treinta y pico de millones de dólares. La operación -se nos dice- se hace para instalar allí a 16 colonos tamberos. Saque la cuenta: 32 dividido 16: muy caro, es mal negocio. Pero todo se vuelve estallido, cohetería; se anuncia durante un velorio, el presidente de Colonización no puede ocupar ese cargo ni firmar la compra porque es colono. Gran batuque: a los efectos del país… poca cosa.

El día del libro la directora de la Biblioteca Nacional decide cerrarla sin previo aviso. Pasmoso. Otro gran batuque. A los efectos del destino del país esta chambonada no tiene mayores consecuencias pero gobierno y oposición se ocupan del tema a los alaridos. Es algo inoportuno, justo ese día, es torpe… pero no grave.

El capítulo más memorable de esta saga de improvisaciones fue el anuncio del gobierno de la designación de dos embajadores (as). Equivocarse en la designación para cubrir dos embajadas puede traer algún inconveniente al país, pero nunca gran cosa. Ahora que con estas designaciones el gobierno haya conseguido enredarse en un lío gordo, con el Partido Colorado y el Partido Nacional a la vez, y de yapa con algunas figuras importantes del propio gobierno, es una hazaña difícil de empardar.

Si uno advirtiese que canciller y presidente fueran personajes retorcidos, de reconocido cinismo, que habrían usado estas designaciones para herir a sus adversarios políticos con cuñas del mismo palo, entonces se entendería la jugada y la reacción por lo que C. Hughes llamó, siempre hiperbólico, un gigantesco tacto rectal. Pero ni el presidente ni el canciller tienen ese temperamento: son personas bastante lineales, que se compran problemas uno tras otro sin darse cuenta, y que cuando quieren explicarse duplican el barro.

Estos tres bochinches o derrapes no tienen nada que ver con otros episodios anteriores más oscuros: escándalos de jerarcas que no pagaban los impuestos por sus viviendas o la que “colocó” al marido (y al chofer) el mismo día que asumió el cargo.

Los tres casos mencionados más arriba -y otros que no recuerdo y los que seguramente vendrán- no son de extrema gravedad pero atrapan la atención de todo el mundo: de los actores de gobierno, de los partidos políticos y de los periodistas. Nada de eso es demasiado grave en sí, todo es un papelón por entregas, pero, estando el escenario político absorbido por ese clima, el ejercicio cotidiano de la política se trivializa. Cuando la política entretiene, cuando distrae... dejó de ser política.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar