El líder político se distingue del funcionario político; esta es una profesión respetable pero es otra cosa.
La diferencia está en una singular facultad de oír/ver y luego poner en palabras, darle existencia en palabras a lo visto/oído, articular algo que era un sentimiento más o menos común pero soterrado, yacente, informe.
Hay orden de no aflojar -consigna y, a la vez, señal de identidad de Larrañaga- es como “libertad responsable” un contacto, un encuentro. No se trata de un slogan ingenioso; es el acierto de haber puesto en palabras, de hacer entendible y reconocible algo que estaba en la sociedad pero sin visibilidad.
¿Por qué la voz pronunciada de “hay orden de no aflojar” comprometió y entusiasmó a todos los integrantes de la Policía que hicieron sonar sus sirenas cuando falleció Larrañaga y la pintaron espontáneamente en su pared?
Ninguna consigna publicitaria consigue eso. ¿Por qué la convocatoria a una cuarentena obligatoria no tuvo eco, a pesar de que el miedo reinante por el virus podía haberle facilitado el camino? Por la sencilla razón de que no tuvo contacto con nada uruguayo, fue un desencuentro con lo uruguayo, fue fácilmente reconocido como una movida contra el gobierno más que a favor o en defensa de los uruguayos. En cambio la libertad responsable hizo contacto, sintonizó con algo que había en algún lado de la conciencia nacional.
En esa frase, libertad responsable, se reconocieron mutuamente el líder y la gente, se encontraron en el terreno de una sensibilidad común, de un lenguaje familiar, inteligible, que aludía a realidades medio soterradas allá en el fondo de la sensibilidad nacional pero existentes.
En la actividad política hay de todo, como en botica. Hay gente con visión más clara, hay gente honestamente confundida, hay oportunistas y hay repetidores de viejos versos. (y hay traficantes de sueños y manipuladores). También están los que saben -o les sale espontaneamente- ponerle letra a esas cosas profundas de la patria.
Son los que recorren, leen, escuchan con curiosidad y afecto la realidad nacional y, un día, se encuentran hablando los dos un mismo idioma, la gente y ellos.
Gobernar es una cosa, liderar es otra. Gobernar es una cuestión de equipo, de partido, de respaldo por un personal políticamente comprometido y, además, técnicamente capacitado para ocupar los puestos en la administración del estado. Pero gobernar no es solamente gerenciar.
Liderar es darle al personal de gobierno y a los representantes políticos un norte, un lenguaje, un entusiasmo y generar una sutil intercomunicación con la sociedad, con la gente. No será con toda la gente y es sano que así sea. Las sociedades democráticas tienen diversas apetencias y expresiones. Habrá varios partidos que busquen representar los sentidos nacionales
Pero son indispensables los intérpretes, los baqueanos. El mecanismo institucional de representación es el voto. En las democracias nadie llega legítimamente a posiciones de mando si no es por los votos. Pero se da indiscutiblemente un plus cuando existe una coincidencia entre el elegido-votado y los que lo eligen: una coincidencia de lenguaje, un entendimiento en el regocijo de la sorpresa de sentirse interpretados, mutua y recíprocamente, pueblo y lideres.