En vida de Artigas, los porteños se asustaron dos veces y las dos veces el sedante fue sacarse del costado esta noble Banda, que les dolía como un hígado rebelde (prometeico, diría Rodó).
En la primavera de 1811 (después que ganamos en Las Piedras y nos clasificamos para la final con los españoles de Montevideo), los porteños pactaron con el virrey Elío y los portugueses invadieron este territorio con permiso de Buenos Aires, que se llevó su ejército "auxiliador."
Cuatro años después en 1815 le ganamos al centralismo porteño por paliza, hicimos la Liga Federal y el gobierno de Buenos Aires se abatató. Entonces fueron a Río de Janeiro y nos vendieron de nuevo; y como siempre, los portugueses entraron sin pagar entrada… En el sur, porque en el norte les salió cara la farra. Tuvieron que pelear durante cuatro años en el Lejano norte, en el bien llamado departamento de Artigas y sus alrededores.
Las dos oportunidades en las cuales los norteños quisieron comprarnos a precio módico, se dieron en 1819 y la semana pasada.
En 1819, si bien éramos tierra dominada de Portugal (provincia cisplatina), Lecor en nombre de su emperador, planteó un buen negocio, para apurar los problemas del norte: cambiar pelo a pelo, "La Sierra" (donde Artigas peleaba todavía), por un faro en la isla de Flores.
"La Sierra" era un desierto sin ningún valor, que abarcaba la mitad de la Banda, todo el territorio al norte del río Negro. En cambio, un faro que preservara los grandes riesgos del Banco Inglés, costaba un dineral… en ladrillos.
Finalmente, el Cabildo de Montevideo ha de haber sospechado algo, detectó algún intermediario que tiraba coima; alguna gente se agitó, y el negocio quedó en nada; se frustró el vergonzoso Tratado de la Farola.
Ahora, segunda oferta tentadora, el viernes 23 del mes pasado, desembarcó en nuestras costas, una delegación lusitana portadora de una fórmula integrada por dos partes: una mitad, de amenaza cruda; y una mitad, de conveniencia electrizante; digamos: un bufido y cuentas de colores. Esta vez no se trató de un faro que preservara los riesgos del Banco Inglés, esta vez ofrecen una conexión eléctrica por 100 megavatios para sacar a UTE de su pozo profundo. Por traer un cable de alta tension a San Carlos, Brasil evita los grandes riesgos de un TLC uruguayo, que liquide el Mercosur. El precio es tan chico como la vez pasada, pero viene acompañado de un ultimátum.
El señor Celso Amorim, Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, apostó fuerte de entrada: proclamó públicamente, que era falso lo que Brasil había dicho y hecho con respecto a la libertad de convenir acuerdos de libre comercio.
En vez de farola, esta vez la bravata fue un farol.
Brasil firmó un Tratado de Libre Comercio con México, Uruguay firmó un Tratado de Libre Comercio con México y nadie dijo nada.
Brasil y Argentina otorgaron categorías de libre mercado a la República Popular de China; y nadie dijo nada.
Pero ahora el ministro brasileño llega a Montevideo como portador de una resolución terminante y definitiva: si el Uruguay firma el TCL con EEUU, Brasil excluye al Uruguay del tratado de Asunción; lo echa.
Y eso sucede el 23 de este mes, dos días antes de la reunión en Washington donde se empieza a tratar un acuerdo comercial que puede llegar a desembocar en un formidable aumento de nuestras exportaciones.
La coacción ejercida sobre Uruguay es tan evidente, que avergüenza describirla.
Si el Uruguay es para Brasil "un enano llorón", Brasil es para Uruguay el "Tropifai del barrio", un matón para la risa, como en las películas de Chaplin.
El Presidente argentino dijo cuando se entrevistó con el presidente brasileño, el día 19 de enero de este año:
-No podemos darle a Uruguay las herramientas que su pueblo necesita, por lo que tampoco le podemos impedir que haga un buen negocio."
-¿Pero el Mercosur no impide que un país negocie por fuera del bloque regional? - dijo el periodista. Y Kirchner aclaró:
- "Tenemos que ser flexibles. El Mercosur se tiene que adaptar a las necesidades. Le dije a Lula que teníamos que ser flexibles y él me respondió que estaba de acuerdo. Si Uruguay puede hacer un buen acuerdo, no se lo podemos impedir. Sería atroz." (La Nación, 20/1/06)
Estos son hechos y dichos que vale la pena tener presentes. Kirchner ha sido prudente y ha mantenido, a su manera y pese a todo, un perfil amistoso con el Uruguay. Maneja las diferencias que nos separan canalizando la situación; Sin nacionalizar el problema. Está a mil kilómetros de amenazar.
Lula, el que más interés debiera tener para afianzar la concordia, (ese acuerdo lo consagraría como líder de un continente), cumple sin darse cuenta, una función disolvente, cuando nos agravia. Supone y así lo da a entender, que reuniéndose con los más fuertes, los menos fuertes van a someterse. Grave error. Aplica las leyes de la materia a los seres vivos. Las fuerzas físicas se anulan al chocar, las fuerzas síquicas se excitan y crecen. Esta es la explicación que el señor Bush no termina de entender y por eso se pierde y pierde en el Cercano Oriente. Agrega ruinas y rencor a tal grado que su enemigo prefiere morir antes de tolerar sus abusos.
Por ese camino se inicia el señor Lula. Mandar a su canciller para que nos asuste con la posibilidad de quedar fuera del Mercosur (una unión que va a ser muy poderosa, para beneficio de los grandes y… después… a lo mejor… no se sabe … de los chicos), hace imposible que creamos en su promesa de futuras ventajas.
Su modo de plantear el asunto nos lleva a pensar que si nuestro gobierno cede a la presión brasileña, estará vendiendo el rico patrimonio material e intangible que nos une bajo el nombre de patria. Hace mucho que de muchas maneras, el Uruguay viene venciendo las dominaciones. El imperialismo universal ha mordido poco en este rincón del planeta. Y cuando muerde, muerde y no come.
El comercio con Brasil (desde que al amparo del Mercosur aumentamos el libre mercado en cientos de millones de consumidores), se redujo a la mitad. Si la amenaza es echarnos de una asociación tan mezquina,…es para pensarlo con cuidado. Las promesas del ex Celso señor Amorim son tan vagas y tan deprimentes que ni siquiera pueden verse como un precio a considerar.
Por supuesto, la política uruguaya (esté en las manos de quien esté), va elegir lo que más nos convenga en lo inmediato y en lo mediato, mirando a largo plazo.
Aquí los zonzos son menos que los vivos y la gente honrada es más que los venales (si es que hay algún corrupto, que nunca se sabe). Una cosa es segura: allanarse a las amenazas ha de ser la forma más infamante de defender la soberanía.
Todos sabemos que Brasil impide el pasaje de un gasoducto boliviano o una línea de alta tensión paraguaya hacia el Uruguay. Cuando ofrecen como ahora, conectar 100 megas en San Carlos, esa conexión eléctrica va a traer energía paraguaya que compra Brasil; puesto que tampoco Brasil puede autoabastecerse.
No hay relación entre la expansión de nuestro comercio exterior y una fuente de energía mínima, sujeta a la voluntad de otro Estado, nada amistoso.
Lo que más irrita en la propuesta brasileña, traída por la misión Amorim, es la nada que piensan como bastante para llevarnos y traernos según su conveniencia. Esos cien megas, son en el siglo XXI lo mismo que la farola del siglo XIX: un precio vil.
Si se hace lo que Brasil quiere (que el Uruguay no crezca), ah!.. entonces Brasil deja de perjudicarnos, deja de impedir que llegue un puñadito de electricidad paraguaya. A lo mejor tal vez, no se sabe, puede que Brasil autorice que pase hasta nosotros, un gasoducto boliviano,… calibre 22.