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El peligro de la tecnología

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Hace pocos días se publicó la novela póstuma de Gabriel García Márquez “En agosto nos vemos”. Antes de fallecer hace 10 años, el autor produjo al menos cinco versiones de la obra y retocó el texto durante años, pero finalmente no la publicó. Hoy sus hijos deciden sacarla a la luz. El libro de hecho presenta fotos de estos apuntes y anotaciones, casi como una muestra de que el proceso fue real y no es resultado de inteligencia artificial, como la canción “now and then” de los Beatles, por ejemplo.

Por estos días también estuvo en Uruguay Eric Sadin, renombrado filósofo francés que estudia la sociedad contemporánea y el impacto de la tecnología. En su conferencia en la Universidad Católica del Uruguay, destacó que la tecnología ya no está únicamente destinada a recolectar, almacenar, indexar y manipular información. Sino que ahora también evalúa y recomienda -en función de la situación- actuar de determinada manera. Una dimensión cognitiva y organizacional de la inteligencia artificial que, además, también es capaz de generar texto, imágenes y sonidos en un “giro intelectual y creativo de la IA”.

En ese marco, Sadin fue contundente: Schumpeter ha muerto. Y no se refiere al fallecimiento del economista austríaco-estadounidense que se destacó por popularizar el concepto de la destrucción creativa, donde cada revolución industrial destruye modelos de negocios antiguos pero crea nuevos, y con ello destrucción de empleo obsoleto y creación de nuevo como resultado de las innovaciones.

Hoy las nuevas tecnologías ya no crean nuevos empleos más creativos, sino que todo lo contrario, apuntan a procesos cada vez más matematizados, estandarizados e industrializados, en la búsqueda de mayor eficiencia, cero error y descarte de todo lo que salga del estándar. Es la automatización de los asuntos humanos en búsqueda de mayor productividad. Incluso en los temas más mundanos: el whatsapp que nos sugiere cómo terminar las frases de nuestros mensajes; los sitios de e-commerce que nos dicen qué comprar; el waze que nos indica qué camino hacer; selección de personal en base a chatbox de IA. Así como a los Beatles les sugirió cómo terminar la canción. Seguimos el camino de correlaciones sin cuestionarlas.

Más allá de los enormes riesgos que ello tiene desde el punto de toma de decisiones, implica la renuncia a los elementos singulares y únicos del individuo. En tiempos donde en la superficie se valora la diversidad como fuente de innovación, en los hechos los procesos nos están llevando a exactamente lo contrario.

Incluso invita a pensar, ¿cómo hubiera sido la novela de García Márquez si la hubiera generado la IA? ¿Hubiese reflejado los últimos pensamientos de un autor en el ocaso de su vida, que evolucionó en base a su historia y que es más que el resultado de las correlaciones de su pasado? Una dimensión profundamente humana, a la que le están quedando cada vez menos espacios.

Sadin nos invita a reflexionar sobre el momento crucial y perturbado que estamos viviendo, más allá de lo productivo, desde el punto de vista antropológico. Por algunos años todavía habrá margen para decidir qué modos de existencia y de organización en común queremos, pero la ventana de tiempo se está cerrando.

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