El expansionismo ultranacionalista

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Claudio Fantini.
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El mundo estaba ante la crónica de una invasión anunciada. Sin embargo, el jefe del Kremlin logró sorprender con lo que era, en definitiva, la operación militar más esperada.

Ocurre que semejante dispositivo militar no fue desplegado para quedarse quieto. En un puñado de días, Vladimir Putin tenía que ordenar la invasión o tenía que ordenar el repliegue de las tropas. La decisión fue invadir y al efecto sorpresa lo consiguió mediante la escala de la ofensiva lanzada.
El gobierno de Volodimir Zelensky y las potencias occidentales esperaban una ofensiva por etapas que comenzara con el ingreso al resto del Donbass de las tropas que ya se encontraban en los territorios de Lugansk y Donetsk bajo control de los separatistas pro-rusos. A renglón seguido, entrarían las divisiones blindadas acantonadas en la frontera de Bielorrusia con Ucrania, dirigiéndose directamente a la capital.

Lo sorpresivo fueron los ataques simultáneos en ciudades tan distantes como Lutsk, lejano oeste cerca de la frontera con Polonia; en Kiev, norte del país, cercana a Bielorrusia; en Jarkov, lejano este y próxima a la frontera con Rusia; en Dnipro, centro-este del país; en Mariupal, junto al Mar de Azov, y en Odessa, en la costa Oeste del Mar Negro.

Putin resolvió una cuadratura de círculo al convertir en “blitzkrieg” (guerra relámpago) la invasión más anunciada del mundo. El ataque en gran escala abarcando todos los puntos cardinales del mapa ucraniano, a punta a lograr un triunfo fulminante en tiempo récord. Si el jefe del Kremlin logra este objetivo, deberá optar entre dos posibilidades: anexar la totalidad de Ucrania al territorio ruso, o anexar a Rusia el Este de Ucrania y crear en la otra mitad del país un Vichy ucraniano.

Los nacionalismos expansionistas se parecen y lo ocurrido en el pasado permite dilucidar planes en el presente.

El Tercer Reich encarnó el ultranacionalismo que consideraba que todo territorio con población germánica, era Alemania. Por eso, mediante el “anschluss” absorbió Austria, primero, y a renglón seguido fue por los Sudetes, porción de Checoslovaquia que fue incorporada al Reich con la crédula aprobación de Daladier por Francia y Chamberlain por Gran Bretaña.

La expansión territorial alemana que detonó la Segunda Guerra Mundial continuó por el corredor del Danzig y, cuando la Wehrmacht derrotó al ejército francés y entró triunfal a París, creó un Estado títere de Berlín, el régimen de Vichy, que encabezado por el mariscal Petain se dedicó a perseguir a la resistencia maquí mientras los alemanes se apoderaban de Alacia y Lorena, territorios galos con población de origen germánico.
Eso haría Vladimir Putin en Ucrania, si decide no anexar la totalidad: la creación de un régimen colaboracionista como el que Hitler instaló en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, el Vichy de Vladimir Putin enterraría la pretensión ucraniana de incorporarse a la OTAN.

Si con las armadas que le dio la OTAN, el ejército ucraniano logra resistir en lugar de desbandarse, prolongando el conflicto, entonces entrarán en juego las sanciones económicas de Occidente, apuntadas a debilitar el músculo económico de Rusia para que no pueda sostener la guerra durante mucho tiempo.

Pero si Rusia alcanza velozmente sus objetivos, entonces la tentación será ir por el resto del mapa imperial, caso en el que hasta Finlandia quedará en la mira de Putin.

Ocurre que el cesarismo del jefe del Kremlin podría abstenerse de invadir los países del Mar Báltico, Estonia, Lituania y Letonia, porque forman parte de la alianza atlántica y, por ende, atacarlos es entrar en guerra directa con la OTAN. Pero Finlandia no está en la estructura defensiva euro-norteamericana.

La novedad más inquietante es que Putin hizo explícito lo que lleva años aplicando de hecho, pero sin justificar con teorías geopolíticas: el ultranacionalismo.

Después de la Guerra de Transnitria, el líder ruso envió el ejército a defender la secesión de hecho del Transdniéster, recortando el mapa de Moldavia.

En el 2008, volvió a aplicar la visión según la cual todo territorio con población rusófona es Rusia, esta vez en Georgia, país caucásico al que le arrebató los territorios de Abjasia y Osetia del Sur.

A Ucrania empezó por quitarle la Península de Crimea en el 2014 y ahora y va por el resto, con la novedad de hacer explícitas visiones geopolíticas expansionistas del ultranacionalismo y el paneslavismo.

Por primera vez Putin le puso palabras a un accionar expansionista que parece inspirado en libros del teórico del “euroasianismo” Aleksandr Duguin.

Para el autor de la Cuarta Teoría Política, así como para otros teóricos del ultranacionalismo ruso, el error imperdonable de Lenin fue incluir en la URSS a la República Socialista Soviética de Ucrania, porque de ese modo le dio categoría de Estado, que es “la nación jurídicamente organizada”.

Para los ultranacionalistas, no existe una nación ucraniana. No toman en cuenta a los rutenos, mencionados desde el Medioevo, que luego pasarían a llamarse ucranianos en su tierra centroeuropea. Incluso hay manipulaciones históricas ultranacionalistas y paneslavas que considera que los ucranianos son polacos, el idioma ucraniano es un dialecto polaco y al país lo crearon potencias de Occidente para recortar y controlar a Rusia. Los mapas del ultranacionalismo son previos a la Primera Guerra Mundial y sus fronteras son las alcanzadas por el Imperio Ruso. Por eso el conflicto tiene un riesgo de europeización y, por ende, alcanzar la dimensión escalofriante de la conflagración nuclear.

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