La invasión de Ucrania, por parte de su vecino, Rusia, es un flagrante acto de agresión injusto y no provocado que retrotrae a Europa y el mundo, a épocas que muchos (pero, vemos, no todos) consideraban como superados.
Los expertos pueden discutir durante horas sobre el papel de la Unión Europea o la OTAN en este embrollo. Pero, los discursos de Putin donde despotrica contra Ucrania de estos días, revelan claramente, que lo que realmente lo irrita es la simple existencia de Ucrania como un Estado soberano e independiente.
El gobierno ruso ha envuelto sus verdaderas intenciones revisionistas -convertir a Ucrania en un sumiso satélite, como en los buenos tiempos- en una densa nube de propaganda.
Pero, no es tan fácil justificar un acto de agresión descarada de esta magnitud. Hasta el fiel escudero de Putin, su ministro de Relaciones Exteriores, se enredó en una maraña de conceptos contradictorios cuando intento justificar lo injustificable. Lavrov, recordó que “Si hablamos del principio de soberanía e integridad territorial, uno de los documentos clave... es la Declaración sobre los Principios del Derecho Internacional en Materia de Relaciones Amistosas entre los Pueblos”. Muy cierto. Pero consideró el ministro, ese principio no se aplica al caso porque Rusia considera que el gobierno de Ucrania no representa a todas las personas que viven en su territorio. En estas circunstancias, Ucrania no estaría amparada por el Derecho Internacional.
Esta nueva doctrina de las relaciones internacionales se divide en tres etapas.
Primero, la potencia agresora decide por si y ante si, que el gobierno de un Estado vecino no representa a todos sus ciudadanos (un asunto estrictamente interno de cada país). Segundo, concluye (otra vez unilateralmente) que, en este caso no se aplican las obligaciones que impone el Derecho Internacional sobre la no intervención en los asuntos internos de los demás Estados, el deber de resolver las diferencias entre los Estados en forma pacífica, y la no agresión. Y así dejamos de lado la Carta de las Naciones Unidas y los principios fundamentales del Derecho Internacional. Finalmente, liberado de esas incómodas limitaciones, el agresor se abroga el derecho de invadir y liquidar a su vecino.
La agresión rusa en Ucrania abre una caja de Pandora para Europa y, también para nosotros.
Lo que sucede en Ucrania es una tragedia para un pueblo que ha sufrido mucho y que no se merece tal despliegue de cinismo y maldad.
También es un desafío para Europa que descubre que sus políticas apaciguadoras con Putin no dieron los resultados esperados. El presidente Macron resumió muy bien la situación el jueves, cuando afirmó que la invasión implica “un antes y un después en la historia de Europa” y tendrá “consecuencias muy profundas y duraderas en nuestras vidas”.
Las reverberaciones de esa violación de los principios y normas de Derecho Internacional se extienden a todo el mundo.
La agresión debilita principios y normas fundamentales del Derecho Internacional, libera las fuerzas del irredentismo -causa de tantos males-, y legitima la noción de que los Estados pueden violar las normas de Derecho Internacional, desconocer la independencia de sus vecinos y atacarlos para satisfacer sus ambiciones territoriales o las nostalgias revisionistas de sus autócratas.
Hoy las campanas doblan por Ucrania, mañana pueden doblar por nuestra región.