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Una Navidad sin pandemia

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DIEGO FISCHER
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Hay imágenes que siguen doliendo y a las que no me resigno. En la esquina de mi casa funciona una casa de salud.

Allí viven unas veinte ancianas que tienen limitaciones motrices. Todas las tardes, y particularmente los fines de semana, es posible ver a cuatro o cinco de ellas en sus sillas de ruedas en el jardín cercado que separa el predio de la vereda. Protegidas con túnicas desechables azules y con máscaras de acrílico conversan -reja mediante- con sus visitas. En su gran mayoría son jóvenes, seguramente nietos o bisnietos que, en reposeras que traen, se sientan en la vereda. Uno debería alegrarse, ya que -al menos- tienen a alguien que los visite. En parte sí. La semana pasada era el cumpleaños de una de las abuelas y un grupo de cuatro chicas y muchachos con guitarras se apersonaron a cantar durante un buen rato. Desde las ventanas de los pisos superiores del residencial, el resto de los internados se sumó a la celebración dando palmas al ritmo de la música. A más de uno que vimos desde nuestros balcones lo que sucedía, nos ganó la emoción.

Supongo que no debe ser el único lugar de Montevideo en que hechos como este se dan. Es una de las tantas postales de esta pandemia que nos azota desde marzo y que ha tomado un vigor inusitado en las últimas semanas. Las razones las explicó con su habitual claridad esta semana el doctor Rafael Radi.

Desde un comienzo, supimos que a esta peste la vencíamos todos juntos o no la derrotábamos. Desde el vamos, el gobierno apeló a la libertad con responsabilidad y eso funcionó y muy bien hasta setiembre último. ¿Qué pasó para que, ahora, día por medio se batan récords de nuevos casos?

Pasó de todo. Desde una marcha que celebró derechos adquiridos y justamente conquistados, pero inoportuna, a un no menos inconveniente festejo del Día del Patrimonio, que por más que rindiera tributo a los médicos y al personal de la salud, no hizo más que exponer a la ciudadanía. A partir de entonces, el crecimiento de los casos de Covid- 19 fue aumentando día a día. A ello se le sumaron las manifestaciones y protestas convocadas por el Pit-Cnt en contra de la Luc, de la Ley de Presupuesto y en ellas sus participantes usaban tapabocas y mantenían la distancia solo ante las cámaras de televisión.

En las últimas semanas y antes de que asumieran los nuevos gobiernos municipales, el intendente saliente de Montevideo Christian Di Candia, autorizó festejos callejeros y batucadas por varios barrios de la ciudad. Tal vez ese sea su legado: haber incentivado a mucha gente a violar las recomendaciones del Ministerio de Salud y hacer que Montevideo esté ahora en zona roja.

Muy distinta es hoy la actitud de la intendenta Carolina Cosse, integrante de la misma fuerza política de Di Candia, pero consciente de que a nadie le sirve y le interesa que Montevideo y el Uruguay todo padezcan lo que han padecido y sufren Argentina y Brasil.

Recuerdo que mi madre ya mayor y enferma, cuando le preguntaba qué regalo quería para Navidad, me respondía: “otra Navidad”, es decir un año más de vida. Seguramente hoy me contestaría otra Navidad y sin Pandemia. Si alguien me hiciera a mí la pregunta, respondería: una Navidad sin Pandemia y un 2021 en que las abuelas del residencial de la esquina de mi casa puedan abrazarse con sus nietos.

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