El déficit montevideano con que cerró 2024 el binomio Cosse-Zunino alcanzó la cifra de 91 millones de dólares. Multiplicó por 8, y más, el déficit que engalanó a la Intendencia capitalina en el año 2023. La titular, hoy vicepresidenta, le empató al récord de ella misma conquistado en el Antel-Arena.
El agujero es tal que el nuevo intendente Cr. Mario Bergara, avisó que sus proyectos están acotados por la deuda. En versión edulcorada por la intimidad de las militancias, usa el viejo argumento de la herencia maldita como autojustificación para no alzar vuelo hacia lo imposible pero necesario.
Ojalá no sea el caso, por el bien de todos. Montevideo necesita grandes líneas rectoras, ya que nuestros problemas no se agotan en la yuxtaposición de colectivos. Caminamos por veredas rotas y pavimentos desparejos, cuerpeando basura y doliéndonos por drogadictos que se tiran a sobrevivir. Todo eso es tema del yo-soy-tú del Derecho Constitucional y Administrativo, a condición de leerlos sin prejuicios ideológicos, en puridad jurídica: es decir, a la medida de lo humano.
Ahora bien. El déficit no es una enfermedad solo de los partidos cuando les toca gobernar. Es una endemia que azota también a múltiples instituciones privadas y paraestatales, ajenas a los partidos políticos pero no al magma de imprecisión en que chapoteamos a partir del déficit colectivo en agilidad matemática. Lúcidamente lo denuncia el libro que reeditó el exrector Roberto Markarian, pero viene de muy lejos: es deficiencia enraizada en prejuicios, pereza y miedo a los números; e infiere daño popular a la lógica y a la capacidad para conceptuar y abstraer. Es decir, afecta al parto de las ideas con las cuales vivimos.
Ejemplo extremo de esa falencia lo dio la Caja de Jubilaciones y Pensiones de los Profesionales Universitarios. Hace más de una década se veía venir que iba a quedar desfinanciada. Con mirada miope, dos años atrás la oposición frentista se negó a acompañar al gobierno de Lacalle Pou en su propuesta de conjurar el peligro. Cuando se cumplía lo inexorable, hace diez días se terminó votando una salida que hay que celebrar porque es mejor que nada, pero es “solo un parche”, como bien dijo el diputado batllista Dr. Conrado Rodríguez. Allí critica el corto alcance de lo que se votó, señala la necesidad de encontrar una solución de fondo y reivindica el papel universitario en la civilización nacional. Escribe “La estigmatización y el odio hacia los profesionales demuestran actitud clasista, llena de prejuicios y atavismos ideológicos que dividen y no integran”.
Esa observación es compartida en el rotundo discurso que en la Cáma- ra pronunció la diputada blanca Dra. Mercedes Long.
Son palabras que merecen repasarse, pues alzan la filosofía que consagra la Constitución: el ideario que basó la legislación social en la solidaridad y no en la lucha de clases, que buscó el voto por amor al prójimo y no por explotar resentimientos. La filosofía que en las personas y las sociedades supo ver no solo intereses contrapuestos sino el llamado de un espíritu de justicia que nos convoca a hermanarnos por encima de nuestra circunstancia. La filosofía anterior a los extremismos y a los insultos. La Intendencia y la Caja Profesional son dos muestras 2025 de la necesidad nacional de volar alto y erguido como el águila y no bajo y ramplón como la perdiz.