¿Complot o tontería?

Los resultados del Censo 2023 fueron una cachetada: hoy son más las muertes que los nacimientos; hoy son más los uruguayos que parten que los que llegan al país.

Nuestra baja de la natalidad no es una casualidad. Por un lado, es cierto que no somos una excepción en un Occidente marcado por esta realidad por doquier. Pero, por otro lado, teniendo datos ya en 2015 de una natalidad cada vez más baja, Uruguay decidió ese año aplicar una política de control de la natalidad en mujeres adolescentes y jóvenes, con una amplia extensión de métodos anticonceptivos, que terminó repercutiendo mucho más que lo previsto en la baja general de la tasa de fecundidad. Es decir que, avizorando ya la merma de nacimientos, no solamente no hicimos nada para promover la natalidad, sino que conscientemente, a partir de lineamientos internacionales sugeridos desde distintas agencias de la ONU y de consejos académicos totalmente alineados con esta ideología malthusiana, tomamos medidas para bajar más la natalidad.

En materia de emigración de uruguayos tampoco hubo casualidades. Ciertamente, hubo cambios metodológicos que tuvieron como resultado impedir ver con claridad que el éxodo seguía produciéndose en los mismos guarismos que en décadas anteriores. Y hubo, también, un discurso izquierdista y autocomplaciente que hizo todo lo posible para hacernos creer que éramos un país que había vuelto a ganar población, gracias a grandes oleadas de inmigrantes extranjeros y al regreso de uruguayos que volvían, ahora sí, a “un país de primera”. Sin embargo, si se prestaba atención a algunas cifras, uno podía darse cuenta de que la emigración uruguaya seguía fuerte y de que no eran tantos los inmigrantes extranjeros como querían hacernos creer.

Yo no soy afín a las teorías complotistas. Pero hay una que dice que existe un consenso en ciertos círculos occidentales acerca de promover a toda costa la baja de la natalidad, y de suplir la falta de mano de obra que ello pueda generar a través de flujos migratorios internacionales provenientes de regiones del mundo aún hoy superpobladas de gente joven. Los objetivos son procurar la sostenibilidad de los recursos de la Tierra sometidos al estrés del aumento de la población mundial; y aliviar la presión social que imponen esas excesivas cohortes jóvenes en esos países tan sobrepoblados como pobres.

Ahora que no hay dudas sobre los datos de nuestra demografía: ¿por qué desde las agencias internacionales y desde sus académicos y responsables políticos afines se dice que el camino que debemos seguir para resolver nuestra grave situación demográfica es promover la inmigración extranjera? Quienes crean en la teoría complotista antes descrita responderán que esa es la política marcada por esos círculos occidentales, globalistas, transnacionales y malthusianos. Pero, independientemente de quién la marque, el asunto es que ella no analiza bien el problema. Primero, porque en este contexto demográfico se impone revisar las actuales políticas de control de natalidad. Y segundo, porque nuestro mayor drama es la fuerte emigración de uruguayos jóvenes al exterior y no la falta de llegada de extranjeros al país.

¿Complot o tontería? No lo sé. Pero seguro que la solución no es, antes que nada, promover la inmigración extranjera.

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