El nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, un exguerrillero del M-19 que es el primer líder izquierdista de su país, habló extensamente sobre la reducción de la pobreza y la desigualdad en su discurso inaugural del 7 de agosto.
Eso es genial, pero faltaban dos palabras claves en su discurso inaugural de 46 minutos: inversiones extranjeras.
Petro mencionó 19 veces la palabra “paz”, refiriéndose a su plan para poner fin al conflicto armado con el grupo rebelde ELN, y usó repetidamente “desigualdad”, “pobreza” y “cambio climático” durante su discurso.
Pero no hizo referencia a hacer ningún esfuerzo para atraer inversiones extranjeras y solo mencionó tangencialmente la necesidad de redirigir las inversiones energéticas hacia industrias verdes. Este es un punto ciego en la agenda de Petro, porque Colombia necesitará urgentemente inversión extranjera para hacer crecer su economía y reducir la pobreza.
Para su crédito, Petro se comprometió explícitamente a respetar la constitución, tratando de disipar los temores de casi el 50% de los colombianos que no votaron por él de que podría intentar cambiar los estatutos del país para permanecer en el poder indefinidamente.
Para su crédito, Petro se comprometió explícitamente a respetar la Constitución, buscando disipar los temores.
Ese es el mayor temor de la oposición colombiana, como me dijo el expresidente Iván Duque en una entrevista el mes pasado: que Petro pueda seguir el modelo chavista y tratar de mantenerse en el poder más allá de su mandato de cuatro años.
Además, Petro se comprometió a convertir a Colombia en un líder mundial en la lucha contra el cambio climático -felicitaciones por ello- y pidió “una nueva convención internacional que acepte que la guerra contra las drogas ha fracasado”. Si bien el expresidente colombiano Juan Manuel Santos presentó un plan similar hace varios años, Petro merece un aplauso por recordarle al mundo que la producción de narcóticos no disminuirá a menos que los países ricos reduzcan su insaciable demanda de drogas.
Pero la evidente falta de interés de Petro en atraer inversiones y generar riqueza es preocupante. Va más allá de ser una omisión evidente en su primer discurso oficial. También es evidente en algunos de los nombramientos de su gabinete.
Si bien Petro nombró al respetado economista José Antonio Ocampo como su ministro de Finanzas y al académico moderado Alejandro Gaviria como ministro de Educación, también ha realizado varios nombramientos en el gabinete que no ayudarán a atraer inversionistas nacionales o extranjeros.
Petro nombró a la líder del Partido Comunista Gloria Inés Ramírez como ministra de Trabajo, así como a Iván Velásquez, investigador de crímenes cometidos por paramilitares de extrema derecha, como ministro de Defensa, y activista ambiental como ministro de Minería.
También es revelador que Petro haya designado a Álvaro Leyva, un veterano negociador de 79 años con guerrillas de izquierda, como ministro de Relaciones Exteriores. Petro ha dicho que será un canciller “de paz”, sugiriendo que Leyva usará sus contactos internacionales de mediaciones de paz anteriores para buscar un trato con el ELN.
Leyva sería un excelente comisionado de paz, pero existe una seria duda sobre si estará interesado en promover el comercio y las inversiones. Y el nuevo secretario de comercio de Petro, el economista Germán Umaña, se ha opuesto al tratado de libre comercio de Colombia con Estados Unidos.
“La inversión extranjera ciertamente no ha sido una prioridad para esta nueva administración”, me dijo Sandra Borda, politóloga de la Universidad de Los Andes de Colombia. “La izquierda de Colombia, al igual que gran parte de la izquierda de América Latina, tiene posiciones ambivalentes y, a menudo, muy críticas hacia el comercio internacional y la inversión extranjera”.
Kevin Whitaker, exembajador de EE.UU. en Colombia, me dijo que las mayores inversiones de EE.UU. en Colombia se encuentran en los sectores del carbón y el petróleo, que Petro se ha comprometido a regular en su búsqueda por acelerar la transición hacia las energías verdes.
“Dado que está señalando un alejamiento de estas industrias, será difícil para el gobierno de Petro atraer más inversiones”, dijo Whitaker.
El gobierno de Petro merece el beneficio de la duda y todos debemos desearle lo mejor. Pero puede que no haya aprendido la lección de las pasadas debacles económicas de izquierda en América Latina, provocadas por gobiernos que se centraron casi exclusivamente en redistribuir la riqueza y se olvidaron de generarla.
Mi predicción: Petro aumentará sustancialmente los subsidios a los pobres y puede ganar popularidad gracias a eso. Pero, a menos que también se centre en formas de generar nuevas inversiones, puede ser una fiesta de corta duración. Colombia podría quedarse sin dinero al final de su mandato, y los pobres podrían terminar más pobres que antes.